Por José Manuel Alonso
Volviendo o continuando en Kazetariak con el éxito de Elcano y el olvido de Antonio Pigafetta en su crónica de la Vuelta al Mundo, quiero subrayar que hubo, además del italiano otros cronistas, otras narraciones y documentos que hablan de aquella gran aventura, de viajeros que quisieron dejar constancia de la expedición en la que habían sido protagonistas, o de lo que le contaron los expedicionarios a su regreso.
Vayamos primero con Pigafetta, el cronista principal del viaje, que con gran cantidad de detalles dejó un jugoso relato de la expedición, titulado: “Relación del primer viaje alrededor del mundo” (…) Nacido en Vicenza, Italia, en el seno de una acaudalada familia, escritor por vocación, estudió geografía, astronomía y cartografía. Era inteligente, de fácil conversación y un ególatra bastante vanidoso. Llegó a España en 1518, fue presentado al rey Carlos I, se instaló en la Corte, y, al enterarse de la expedición que estaba preparando Magallanes, se fue a Sevilla y se enroló como un miembro más de la tripulación, y lo hizo, según él, para “ver las cosas magníficas y terribles del océano” (…) Él fue precisamente el principal cronista que acumuló unos datos que siguen asombrando al mundo y que están en sus escritos, que se conocieron transcurridos más de un año de la terminación de la hazaña de 18 marineros…
El cronista italiano comenzó el viaje, como todos los demás, el 10 de agosto de 1519 a bordo de una de las naves, en la que mandaba Magallanes, la Trinidad… Fue testigo y a veces protagonista de las actividades de la escuadra. Debió de ser un hombre muy fuerte y de muy buena salud, ya que después de describir las privaciones, el hambre, la sed y las enfermedades y demás problemas de los expedicionarios, siempre dijo que se encontraba en forma. Incluso resultó herido en la batalla de Mactán, Filipinas, en la que murió Magallanes…
Pero Pigafetta no fue el único que escribió sobre el viaje, incluso lo hizo Juan Sebastián Elcano, con la famosa «Carta» a Carlos I, firmada al llegar a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522… Es una corta narración de lo ocurrido desde su salida de España hasta su regreso. En ella, hace mención del paso del estrecho de Magallanes; la navegación por el Pacífico; la recalada en el archipiélago donde falleció el propio Magallanes; la llegada a las Molucas con dos naves; la carga de especias; el problema de la vía de agua en los barcos, que supuso el agotamiento total de una gran parte de la tripulación al final del viaje, así como los problemas en Cabo Verde; y la definitiva llegada de la nave Victoria…
Hay otros personajes que escribieron, como Francisco Albo, superviviente de la expedición, marinero griego, que en la primera parte del viaje fue contramaestre de la Trinidad, y embarcado posteriormente en la nao Victoria como piloto. Su documento está en el Archivo de Indias de Sevilla. Con ciertas salvedades, es de gran interés, ya que permite reconstruir en gran parte las mayores dificultades del viaje, tanto de Magallanes, desde Brasil hasta Filipinas y su muerte en Mactan, como desde la salida de las Malinas con el Elcano… Otro cronista, este de tierra, fue Maximiliano Transilvano, que era secretario de Carlos I y escribió en latín una extensa «Carta» narrando la aventura tras haberse entrevistado con algunos de los que habían regresado a bordo de la Victoria. Consta de veinte apartados o capítulos cortos. Se hicieron muchas ediciones en varios idiomas. Y hay también un amplio informe conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, así como otros relatos en distintos idiomas…
Todo comenzó por el interés por las especias, en las Molucas
Lo cierto es que todo comenzó por el interés por las especias, que, según el citado escritor austriaco Stefan Zweig “desde que los romanos, a través de sus viajes y de sus campañas, hallaron gusto en los ingredientes estimulantes, calmantes o embriagadores del Oriente, desde entonces, las tierras europeas no podían ya prescindir de la especiería, de las drogas índicas, tanto en la cocina como en la bodega, en los aromáticos, las sedas chinas, e incluso en el incienso de la Iglesia Católica” (…) Esas especias se las disputaron en la época las dos grandes potencias del mar: España y Portugal.
Se suponía que las islas estaban en la línea divisoria del Océano Atlántico entre los dos campos de exploración sobre los que habían pactado portugueses y españoles, en el Tratado de Tordesillas… Llegar hasta las Molucas fue el propósito de la expedición de Magallanes, y hacerlo navegando hacia el oeste y arrebatar así el monopolio del tráfico marítimo a los portugueses, que llegaban a ese destino por el océano Índico. El resultado fue para todos inesperado: se inauguraba la ruta occidental hacia el Extremo Oriente y el hombre europeo tomaba conocimiento de la verdadera dimensión de un océano como el Pacífico, para cuya navegación se emplearon 98 días sin tocar tierra y quedaba comprobada la existencia de un estrecho… El hambre y el escorbuto acabaron con la vida de muchos marineros durante ese tiempo…
Según el compromiso adquirido, Magallanes iba a dirigir cinco naves extraordinarias para la época: la San Antonio, de 120 toneles; la Trinidad o Capitana, de 110 toneles; la Concepción, de 90 toneles, la Santiago, de 75 toneles; y la Victoria, de 85 toneles. Parece que las cinco naves se construyeron íntegramente en puertos del País Vasco o de Cantabria, porque eran naves que para expresar su capacidad usaban el tonel y eso nos da idea de que todas ellas procedían fundamentalmente de aquí. Desde luego, la que terminó el viaje, la nao Victoria nadie discute que se construyó en los astilleros de Bermeo… Y de fabricación vasca fueron también muchos de los utensilios y armas que al parecer procedían de Éibar y Mondragón. En la tripulación hubo, desde luego, numerosos vascos y se ha publicado que entre ellos iba un chistulari procedente de Bilbao, llamado Arratia…
De las cinco naves solo finalizó en Sevilla la Victoria. De las otras cuatro, la de Santiago naufragó en la desembocadura del Río de la Plata, en Argentina; la tripulación de la San Antonio desertó y desapareció en la Patagonia poco después; la Concepción, la quemaron en Filipinas porque no tenían tripulación suficiente; y la Trinidad, se hundió cuando la reparaban en las Molucas…
Grave error de Magallanes: no creer en sus compañeros expedicionarios
En un viaje tan largo y comprometido como era este a las Molucas, u otros que los que trabajan en la mar conocen bien, supongo que debe reinar la más absoluta claridad y la más tranquilizadora franqueza entre los que mandan y los que obedecen. Pues bien, esto es lo que no ocurrió en este viaje, inclinándose Pigafetta claramente por el sentido dictatorial más que autoritario de Magallanes, que procuró no compartir sus decisiones ni dialogar con sus subordinados… No cumplió lo que nos parece elemental que cumplan todos los capitanes de la marina y es que “para que los expedicionarios crean en quien manda, es necesario que, primero, el capitán crea en ellos”, lo que nunca hizo Magallanes… y además celebró Pigafetta… al comenzar sus crónicas, de esta manera: […] Magallanes había resuelto abrir un camino que ningún navegante había conocido hasta entonces, pero se guardó muy bien de dar a conocer su atrevido proyecto, por temor a que trataran de persuadirle por los probables peligros que tendría que correr, y por no desanimar a su tripulación” (…) Lo que ocurrió fue todo lo contrario, una tripulación no solo desanimada sino sorprendida y enfadada…
Desde la salida, el rumbo a seguir fue Sur-Suroeste y tras la nave que capitaneaba el portugués, le seguían las demás…Calcularon que la travesía iba a durar dos años y para alimentar a los hombres cargaron, entre otras cosas, 500 toneladas de provisiones, entre las que estaban: 200 botes de sardinas, 430 cabezas de ajo y 10.000 kilos de galletas secas… Y para poder tomar leche llevaban a bordo siete vacas vivas… Durante todo el viaje consiguieron distintos alimentos, pero sobre todo pasaron tantas necesidades que Pigafetta narra muy crudamente algunos de los sufrimientos, por ejemplo, durante la navegación por el Pacífico: “Las muertes fueron sucediéndose, las raciones reducidas al máximo, la carencia de agua potable y la aparición del escorbuto hacían estragos en las tripulaciones, en tanto el viaje se prolongaba fuera de todo cálculo. Antes de arribar a la isla de Guam transcurrieron tres meses. Los navegantes la bautizaron “isla de los ladrones” (…)
De islas afortunadas a largas etapas con insólitos alimentos
Durante un largo período tan solo habían tocado tierra en las islas del archipiélago actualmente identificado como Tuamotú, y que los viajeros llamaron “islas Infortunadas” (…) Pigafetta las describe como islas desiertas en las cuales no hallamos nada más que pájaros y árboles…
Y Pigafetta continúa más adelante con situaciones muy distintas, de violento realismo producido por largas etapas sin tocar tierra, lo que obligaba a una alimentación insólita: «El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda. Para no morirnos de hambre, nos vimos obligados a comer pedazos de cuero de vaca que como estaba siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; Y para comerlo lo poníamos sobre las brasas. A menudo aún estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una…»
No es de extrañar, por tanto, que los 18 que llegaron a Sanlúcar lo hicieran prácticamente sin vida, enfermos, pero repletos de un orgullo que solo los marinos entienden. La venta de la carga dejó beneficios tras el pago de los ocho millones de maravedíes que había costado la expedición.
Y a partir de entonces, el mundo ya no sería igual, pues hasta la apertura del canal de Panamá en 1913 (hoy lo atraviesan unos 12.000 barcos al año) todos los barcos pasarían por ese estrecho tras la cartografía que llevó a cabo el navegante gallego Pedro Sarmiento de Gamboa. Y el reino de España pudo saltarse la línea que tan sibilinamente había marcado el Rey de Portugal, pudiendo colonizar Filipinas y otras islas que generaron grandes ingresos…
Larguísimo viaje sin que Pigafetta citara una sola vez a Elcano
Vamos ahora a referirnos brevemente al viaje, que relata Pigafetta, y que lo hace siempre sin citar ni una sola vez a Elcano… La expedición partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519 navegando por el Guadalquivir hasta su desembocadura. Tras unos días llegaron a Sanlúcar de Barrameda. De aquí partieron el 20 de septiembre en dirección a las islas Canarias donde se realizaría una primera escala en Tenerife para proveerse de más agua y leña, y continuaron hasta las islas de Cabo Verde en donde Magallanes el 3 de octubre dio la orden de virar al oeste y poner proa hacia las costas de Brasil.
Navegaron durante algo más de un mes cruzando el Océano Atlántico sufriendo varios temporales peligrosos y mortales. Y tras costear Sudamérica, llegaron el 13 de diciembre a la bahía de Guanabara (Río de Janeiro) en donde desembarcaron para estirar las piernas y recargar agua, leña y productos de la zona. Continuaron el viaje siguiendo la ruta de Juan Díaz de Solís en su expedición de 1515 que les llevó a internarse en el Río de la Plata, conocido en aquel momento como Río de Solís, pensando que era el cabo sur que les permitiría sobrepasar el continente americano, pero no, y aquello era agua dulce y, por lo tanto, era un inmenso río. Magallanes, inconmovible como una roca, encaja la decepción y da la orden de virar al este para retomar la costa, que hoy es la Argentina…
Exploraban cada bahía, cada entrante del mar, siempre hacia el sur, tratando de encontrar un paso a lo desconocido (que sería el Pacífico), pero no había suerte ni información, y el clima cada vez era más riguroso y frío. Esto llevó a Magallanes a decidir parar durante un tiempo para que pasara el invierno… El 31 de marzo de 1520 (siete meses después de la salida de Sevilla) encontraron una bahía resguardada a la que llamaron Puerto de San Julián (argentino) y se dispusieron a invernar durante 6 meses hasta que las temperaturas subiesen de nuevo…
Rebelión de capitanes españoles que les costó la vida
Ante la preocupante situación, subió la temperatura de los expedicionarios y se produjo una rebelión de los entonces capitanes españoles que exigían votar la vuelta a España. Pensaban que aquello que se estaba realizando era una demencia y una muerte segura. La respuesta que obtuvieron fue una negativa por parte de Magallanes, lo que ocasionó algunas muertes y graves disturbios que fueron sofocados y los rebeldes apresados. Tres de los cuatro capitanes fueron ejecutados, solo se salvó Juan de Cartagena, que fue desterrado y abandonado en aquellas inhóspitas tierras… En aquella sublevación participó la mayoría de la expedición, incluido Elcano.
El 24 de agosto, las cinco naves partieron de San Julián, pero enseguida la nao Santiago encalló en una tempestad y tuvieron que abandonarla… Pusieron rumbo sur llegando a finales del mes de octubre de 2020 (trece meses después de la salida) a una amplia bahía a la que llamaron de Todos los Santos. Desde allí, enviaron dos naves para explorar. A los 3 días retornaron confirmando que aquello sí que parecía el paso del sur porque después de esa bahía había otra más… Pese a ese momento de alegría, el piloto de la San Antonio, Esteban Gómez, pidió regresar a España… Argumentaba que con aquel descubrimiento ya habían cumplido de sobra con la misión y que debían de volver para informar, reorganizar una nueva expedición y retomar la ruta ya descubierta. Pero eso no gustó a Magallanes que se negó en redondo. Aun así, Gómez, haciendo caso omiso de las órdenes, en la oscuridad de una noche, partió en la nave San Antonio y desapareció camino de España. La suerte quiso que estos prófugos en su camino de vuelta descubrieran las Islas Malvinas…
Llegada al Pacífico, mar que Magallanes creía que era el Índico
Las tres naves que quedaban, siempre con escasez de provisiones, continuaron navegando por el estrecho de Todos los Santos, y el 27 de noviembre de 2020, a los 15 meses de navegación, de repente, se encontraron en mar abierto… Habían logrado llegar al Océano Pacífico, que Magallanes pensaba que era el Índico y que en pocas semanas llegarían a las islas Molucas, y, repleto de alegría, el imperturbable capitán general lloró de emoción. No tenía ni idea de que se estaban adentrando en la masa de agua más grande del mundo, y que serían tres largos meses y 20 días de navegación sin encontrar una sola isla donde obtener agua y alimentos. El hambre y el escorbuto azotaron a los marineros. Y, como hemos señalado, Pigafetta lo narra muy crudamente: “Estábamos todos tan flacos que parecíamos adheridos a nosotros mismos, piel con piel. Lo único abultado eran los labios, agrietados y supurantes” (…)
Tras esos tres meses infernales rodeados de agua salada y sol, hambre y enfermedad en los que murieron más de 30 hombres, el 6 de marzo de 1521, creyéndose perdidos en el Océano, avistaron una isla tropical, repleta de palmeras y vegetación. Se encontraban en la isla de Guam a la que llamaron Isla de los Ladrones por el indiscriminado asalto al que fueron sometidos los expedicionarios por los nativos locales, que se encaramaron a las naves para robarles todo lo que pudieron. Una vez sometidos los ladrones y recuperada la normalidad cargaron los barcos con agua, carne y fruta y se dispusieron a continuar navegando en busca de los tesoros de la Especiería…
Muere Magallanes en la guerra de la isla Mactan (Filipinas)
Cientos de islas se abrían ante ellos. Las llamaron Islas del Poniente que más tarde serían conocidas como Islas Filipinas en honor del, en ese momento, príncipe de Asturias Felipe que se convertiría en unos años en el rey Felipe II. Entablaron los primeros contactos con los nativos, concretamente en isla de Mactan, en el poblado de Cebú, donde estuvieron 24 días y donde se encontraron con el rey o rajá más poderoso de la zona, Humabón, quien les exigió un impuesto para dejarles atracar y comerciar.
Según Pigafetta, Magallanes le dejó claro que no estaba dispuesto al chantaje, pero “si quería guerra, le haría la guerra” (…) El monarca nativo acabó claudicando al ofrecerle Magallanes su ayuda contra Laupulapu, el cacique de otra isla próxima: Mactán, considerado hoy un héroe filipino, que no se achantó y organizó, según Pigafetta, “una batalla que se desarrolló el sábado 27 de abril de 1521 (el capitán quiso librarla en sábado por ser el día de su devoción). Magallanes fue mortalmente herido por una flecha envenenada y alcanzado también en la frente por una lanza… Allí quedó su cadáver que no pudo ser recogido por sus hombres. Murieron también ocho marineros, y cuatro indios ya bautizados, que, en plena refriega, se acercaron a prestar ayuda”…
Magallanes fue sustituido al frente de la expedición por el capitán Duarte Barbosa. Pero aquí no terminaron las desgracias. El rey Humabón sospechó que los expedicionarios le podían traicionar y asesinó a 27 marinos, incluido Barbosa, engañados con un banquete ficticio…
Un día después de esos graves sucesos, los 115 supervivientes parten de Cebú, navegando diez leguas, y al no quedarles hombres suficientes para manejar las tres naos que restaban, deciden quemar la que se encontraba en peor estado, la Concepción. Y distribuyeron la tripulación, jarcias, pertrechos y armamento entre la Trinidad y la Victoria, y ya se dirigieron al sur para llegar a la isla de Bohol…
A lo largo del mes de mayo y junio navegaron entre las islas del Mar de China hasta que en el mes de julio llegaron a la isla de Borneo. Allí el rajá Siripada invitó a los extranjeros a un banquete en donde pudieron observar –según Pigafetta– que los borneanos escribían y tenían costumbres refinadas y muy avanzadas. Enseguida continuaron en busca de las islas Molucas que eran, al fin y al cabo, el objetivo de su viaje y ello les sacaría durante un tiempo de la inmundicia y hambre en que se encontraban.
Después de recorrer de isla en isla la zona del mar de Joló, mar interior del archipiélago malayo, entre Filipinas y Malasia, terminaron por encontrar la isla de Palawan, donde se surten de abundantes provisiones. De ahí parten a la cercana Brunéi, en la isla de Borneo, donde el rajá Siripada retiene a Elcano y Espinosa, liberados más tarde, y a otros que habían acudido a verle como embajadores, produciéndose graves incidentes y muertes…
Por fin, el 8 de noviembre de 1521, arribaron a la isla de Tidore, una de las islas Molucas, donde los árabes habían llegado mucho antes para comerciar con las especias. Estas islas son un conjunto de unas treinta islas pequeñas de origen volcánico. El recibimiento fue muy grato y empezaron a negociar con el sultán Almansur ofreciendo utensilios castellanos a cambio de clavo y nuez moscada. Debían de actuar rápido porque estas islas estaban en zona portuguesa. Cargaron las dos naves con las riquezas asiáticas e intentaron partir, pero en el mismo puerto la nave Trinidad comenzó a hacer aguas y se vieron obligados a inmovilizarla para su reparación.
“Temo, señor Elcano, que habréis de partir sin mi” (Gómez Espinosa)
Así las cosas, Gómez de Espinosa, capitán de la nave Trinidad y, por tanto –según escribe María Luisa Celaa–, alma de su barco, advierte a Elcano: “Temo, señor, que habréis de partir sin mi”… y ante el riesgo de que en cualquier momento llegara la armada portuguesa, se dispuso que la nave Victoria, con 47 pasajeros, zarpara, bien cargada, rumbo Oeste, mientras que la Trinidad, una vez reparada volviera cruzando el Pacífico hasta la actual Panamá, que estaba ya en posesión española porque lo descubrió Nuñez de Balboa…
A partir de entonces, todos recordamos lo que ocurrió con la nave Victoria, que Pigafetta nos lo cuenta al detalle, pero no la tragedia de la Trinidad, que emprendió por el Pacífico la marcha con 54 hombres unos meses después, sufriendo una enorme tormenta de doce días que dejó la nave destrozada, destruyendo el mástil mayor y los castillos o superestructuras del barco de popa y proa, falleciendo 31 hombres por falta de alimentos, y al resto los apresaron los portugueses, regresando a España solamente cuatro a principios de 1527, casi cinco años más tarde del éxito de Elcano y la nave Victoria.
Precisamente ese éxito del marino de Getaria se debió a su decisión de que su nave continuara el viaje a España hacia el oeste… Sabía que era una misión casi suicida, en la que se va a enfrentar a un océano desconocido hasta entonces en las latitudes Sur que se propone recorrer –el océano Índico y, de hecho, estará a punto de descubrir Australia–, tendrá que doblar el temido Cabo de Buena Esperanza, con fama de ser uno de los que las corrientes y los vientos son siempre imposibles para la navegación, y después deberá remontar el Atlántico, alejado siempre de la costa, evitando en lo posible la posibilidad de caer en manos portuguesas…
Fijándonos en la fecha de la charla que reproducimos, el 18 de enero de 2022, la nave Victoria estaba hace justamente 500 años recogiendo numerosos víveres y animales como búfalos, cerdos y cabras, en una isla llamada Mallúa, donde repararon la nave y después de 15 días partieron (el 25 de enero de 1522) hasta arribar unos días más tarde en la isla de Timor, en donde los marinos se abastecieron para iniciar la travesía ya en el Océano Índico.
En el Índico: graves vías de agua en la nave y ataque de los portugueses
De Timor partieron el 11 de febrero y entraron en el gran mar del Indico, para doblar después el cabo de Buena Esperanza subiendo hasta el 42 de latitud sur, y cuenta Pigafetta algo insólito: “nos fue preciso permanecer nueve semanas frente a este cabo, con las velas plegadas, a cusa de los vientos y una tempestad terrible… El 6 de mayo doblamos ese terrible cabo y durante dos meses enteros corrimos hacia el noroeste, perdiendo, en este intervalo, 21 hombres, entre cristianos e indios, que, al arrojarlos al mar, notamos una cosa curiosa, y fue que los cadáveres de los cristianos quedaban siempre con el rostro vuelto hacia el cielo, y los de los indios con la cara sumergida en el mar…
Y ya –sigue contando Pigafetta– a la altura de las islas de Cabo Verde, sin agua para beber ni alimentos para comer, la nao presentaba numerosas vías de agua de mar muy preocupantes, vías que había que cortar como fuera día y noche, lo que supuso la muerte de un buen número marineros más… “El temor a la muerte estaba en cada uno de nosotros”, afirma Pigafetta…
Elcano decidió, el 9 de julio, atracar en la mayor de las islas de Cabo Verde, la de Santiago, dominada por los portugueses, y simulando venir de América en una expedición, pedir ayuda… y se la concedieron, advirtiéndoles –según Pigafetta– que estaban equivocados en la fecha que era el 10 de julio y no el 9, y es que, al haber dado la vuelta al mundo hacia el poniente, habían perdido un día… Al atracar en Santiago, los portugueses, en un principio, se mostraron colaboradores, pero cuando se dieron cuenta de que ese barco venía de las islas Molucas detuvieron a los trece marineros españoles que habían desembarcado, pero no al resto, que lograron huir camino a España y, sin pasar por las Canarias, atraviesan el archipiélago de las Azores sin viento… y allí permanecieron una semana sin avanzar apenas. La gloria estaba muy cerca, pero la desesperación y el agotamiento por las bombas de achique, que deberían funcionar noche y día, les dejaron exhaustos…
Al fin se levanta el viento y navegan hacia el Cabo de San Vicente, pasan 14 días y el 4 de septiembre divisan el cabo y, dos días después, el 6 de septiembre de 1522, arriban al puerto de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)… Dos días más tarde (el 8 de septiembre) llegan a Sevilla… Se había completado así la primera circunnavegación de la historia con 18 escuálidos hombres, tal y como expresó Elcano: “flacos como jamás hombres estuvieron”, y que supuso la primera prueba definitiva de la esfericidad de la Tierra, y todo gracias a la nao Victoria, a la que años después representaron con estas palabras: “Son mis velas alas; mi precio, la gloria; mi lucha, el mar”
Fin de la I Vuelta al Mundo de Magallanes y Elcano
Según Rafael Zulaica, de la Fundación Elcano, “el éxito de la expedición de Magallanes-Elcano con tanta participación vasca (se dice que la iniciaron unos cuarenta) radica en una suma del ser vasco con grandes conocimientos del mar y en las embarcaciones supuestamente vascas, y en el caso particular de Elcano, gracias a su personalidad, talante y liderazgo” (…)
Obligada pregunta es saber ¿qué fue de Juan Sebastián Elcano?… Ese amor y esa entrega al mar le condujo casi tres años más tarde a otra expedición formada por una flota de siete naves y 450 hombres que se hizo a la mar en La Coruña el 24 de julio de 1525… Además de Elcano, figuraba otro insigne marino: Andrés de Urdaneta, nacido en Villafranca de Ordicia en 1508 y fallecido en Ciudad de México el 3 de junio de 1568. La enorme flota realizó numerosos descubrimientos geográficos y marítimos, pero su travesía fue una sucesión de desastres, calamidades y deserciones. Durante el viaje murió, entre otros, el almirante Loaísa, que había descubierto el Cabo de Hornos y las islas Marshall, y también murió Juan Sebastián Elcano…
No quiero terminar sin felicitar a las instituciones o sociedades públicas o privadas que en Euskadi están, como esta, atendiendo y recordando al detalle esta I Vuelta al Mundo, como, por ejemplo, la gran exposición en el Museo San Telmo de Donostia, titulada: “El viaje más largo. La Primera Vuelta al Mundo” (…) exposición celebrado hace meses…
Y recalo ya en el puerto final a sabiendas de que en toda mi charla el adjetivo más repetido ha sido primero (a). Y he tratado, lógicamente, de que fuera unido o unida a una doble frase muy sustantiva: primera vuelta a la tierra a través del mar y gracias a unos marineros que fueron los primeros, entre los que hubo cuatro vascos que consiguieron la gloria. Esa palabra de primero o primera lleva precisamente implícita esa gloria, el triunfo; gloria y triunfo a los que seguirían otros muchos, aunque ninguno como al que me he referido, y al que seguirán refiriéndose y cantando su gloria en esta santa casa, tan marinera como histórica, tan hermosa como acogedora, y todo ello se debe a todos ustedes. Muchas gracias, capitanes, marineros y amantes de la mar. Eskerrik asko… maitale itsasotik eta marinelak…
Concluida mi charla del 18 de enero de 2022, confío que pueda extraerse de ella una buena lección: la superioridad evidente del espíritu y de la ingeniosidad humana sobre lo considerado previamente como imposible de ejecución. Esta lección marinera se encuentra en una intervención humana superando todas las utopías y los imposibles. Ellos, los 18 que concluyeron la enorme aventura, fueron los primeros en darle la vuelta al mundo… y a ellos le siguieron otros marineros que siguen (valga la redundancia) superando las dificultades junto a los éxitos, transportes y alimentos que proporciona su trabajo en la mar o el mar, en su doble acepción o sentido. De nuevo, a todos ellos, eskerrik asko…