Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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Edadismo y el negocio de la vejez

Se habla de edadismo cuando se discrimina por la edad, creyendo que el hecho de llegar a una edad avanzada nos hace iguales en pensamiento, comportamiento, intereses y necesidades. Ello genera un tratamiento injusto con incidencia en la salud mental y el bienestar y desarrollo de las personas mayores.

Muchas normas y actitudes sociales presuponen que las personas a partir de una determinada edad -edad que no resulta coincidente con la de generaciones anteriores-, han perdido capacidades, aportan poco valor social y no pueden tomar decisiones por ellas mismas. El resultado es una simplificación de la realidad y una perpetuación de estereotipos que obvian sus necesidades, ignoran sus opiniones e invisibilizan su aportación a la sociedad.

Es como si esa etapa de la vida conllevara únicamente una carga para la sociedad, reflejada en el gasto público, y también una carga familiar para sus descendientes, cada vez más deseosos de disfrutar de su tiempo de ocio, más alejados incluso geográficamente de sus padres, y por ende, menos corresponsables con ellos. Los viejos fueron símbolo de veneración y ahora, más bien, y por lo que duran, una situación, como mínimo, incómoda.

Se obvian las capacidades de estas personas mayores, que lo son a partir de su jubilación, como mínimo, personas con potenciales capacidades que pueden generar riqueza intergeneracional y que pueden producir perspectiva y visión experiencial por lo acontecido en sus vidas para las decisiones de futuro. Sin embargo, el envejecimiento activo (según la OMS, el proceso de optimización de las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez) es saludable para quienes lo practican, productivo para la sociedad si éstas participan en la generación de valor cultural, económico o cívico, y, claro, rentable para quienes tienen que soportar la carga de los servicios sanitarios, sociales y familiares. La vida saludable genera menor gasto público en prestaciones y apoyos socio-sanitarios.

En esta sociedad tan materialista y capitalista, los inversores ya han visto oportunidades de modificar ciertos servicios tradicionales de turismo, pillando cacho en este mercado de la vida de las personas mayores. Y no me refiero a las residencias privadas, no, que esto ya tiene cierta tradición.

Me refiero a estos hoteles, situados en entornos climáticos amigables, que ofrecen, con empadronamiento incluido, largas estancias, incluso para todo el año, a precios soportables por las pensiones medias. Estos hoteles suplantan el concepto de domicilio ofreciendo además de las necesidades básicas de alimentación del todo incluido (con comida casera cercana a sus hábitos), recepción de correo y productos de mensajería, actividades de ocio ( gimnasia, trecking, baile…con personal animador que induce a su práctica), espacios de socialización a los que pueden asistir familiares y amistades no hospedados (con juegos de mesa, billares, charlas …), servicio médico, de peluquería, podología …, y todo ello, libre de estereotipos cargados de visión peyorativa de los mayores (sobreprotección, infratratamiento…). Los alojados viven en un ambiente de turismo hotelero en vez de en un confinamiento residencial, o aislados en sus hogares. He conocido varios casos de personas que incluso han vendido su vivienda habitual para residir en estos hoteles «sine die»: «Me siento acompañada, conoces gente nueva, cuido el cuerpo, y el sol y la música me llena de alegría».

Los problemas surgen cuando estas personas sí se encuentran ya necesitadas de mayor seguridad y protección, y entonces, tienen que invitarles a abandonar ese habitáculo para acudir a los servicios adaptados convencionales. Entonces tienen que actuar, con o sin ayuda de los familiares, los servicios sociales.

No juzgo que esta alternativa privada sea una oportunidad para muchas personas con poco arraigo familiar, y demasiado aislamiento, y durante una etapa de su vida, pero deberían las instituciones y la ciudadanía activa plantearse incentivar otro modelos de convivencia, a través de viviendas cohousing (modelo de vivienda colaborativa que busca fomentar la convivencia y el apoyo mutuo entre sus miembros), actividades intergeneracionales (desde actividades recreativas y artísticas hasta proyectos educativos y de voluntariado, e incluso de emprendizaje empresarial), plataformas de apoyo para la salud y el bienestar…

Existe demasiado discurso alrededor de la problemática del envejecimiento de la sociedad española, en términos de costes en pensiones y servicios socio-sanitarios, y poca estrategia llevada a la práctica que promueva nuevos modelos y recursos para apoyar los proyectos vitales de las personas mayores. Me niego a creer que la solución solo la proporcionará la iniciativa privada,  a tenor de lo que hemos vivido en algunas residencias de mayores privadas, movidas únicamente por el negocio.

Por Koldobike Uriarte Ruiz de Eguino

Jubilada, que fue responsable de proyectos de innovación pública en el ámbito del buen gobierno