Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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El Guggenheim y Urdaibai: Símbolos vitales de identidad y sostenibilidad en Euskadi

Por Juan Carlos Pérez Álvarez.

El Museo Guggenheim de Bilbao y la Reserva de la Biosfera de Urdaibai representan dos pilares fundamentales de la identidad cultural y natural del País Vasco, esenciales para su proyección hacia el futuro. Defender estos espacios es entender que no son sólo destinos turísticos, sino símbolos vivos de nuestra historia, nuestra relación con el entorno y nuestras aspiraciones sociales.

El Guggenheim ha supuesto un antes y un después en la revitalización urbana y económica de Bilbao, transformando la ciudad en un referente artístico y cultural global. Más allá del efecto económico, su valor reside en demostrar que el arte contemporáneo puede dialogar con la industria y la tradición vasca, creando un modelo de desarrollo que conjuga diversidad y modernidad. Atacar o menospreciar el Guggenheim es desconocer el esfuerzo colectivo por posicionar a Euskadi en la vanguardia cultural, una conquista que debe protegerse y respetarse.

Por otro lado, Urdaibai es el pulmón ecológico y la joya natural que encarna el compromiso vasco con la sostenibilidad. Esta reserva no sólo conserva biodiversidad única, sino que también simboliza la armonía posible entre ser humano y naturaleza, un equilibrio que se cultiva desde siglos de experiencia y conocimiento local. Desmontar su valor equivale a poner en riesgo un legado de siglos y las herramientas esenciales para enfrentar los desafíos medioambientales actuales y futuros.

No podemos caer en la trampa de ceder las políticas públicas a lobbies de presión interesados que, bajo la bandera del ecopacifismo, actúan como freno a un desarrollo equilibrado y sensato. Cuando uno observa los límites de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, y escucha preguntas como las de Gorka Otxoa sobre si hace falta cemento y hormigón, la realidad es clara: dentro de esa reserva están ciudades y pueblos como Gernika, Bermeo o Mundaka. ¿Pretendemos evacuar esos núcleos para satisfacer a sectores intransigentes? Esa postura es utópica y peligrosa.

La crítica sobre cambiar industria por ocio no es un rechazo al ocio, sino a la renuncia a crear valor añadido y empleo. Mantener la industria, modernizarla o complementarla con actividades culturales y turísticas, como el uso de la antigua Dalia o la cueva alternativa de Santimamiñe, es fundamental. El cambio debe ser activo, no paralizante.

Más aún, proponemos abrir el debate con ideas provocativas: en Gernika se fabricaban armas. ¿Sería tan descabellado recuperar una industria local de armas cortas o subfusiles que genere empleo? En un entorno lleno de museos, arte y memoria —el Museo Etnográfico, el Museo de la Paz, Santimamiñe, el Bosque Pintado de Oma— conjugar industria y cultura es posible y necesario.

La experiencia con Zabalgarbi demuestra que muchos pronósticos catastrofistas se quedan en alarmismo infundado. Por ejemplo, el Guggenheim genera tanto empleo como la planta de laminados de Ansio, cerca del BEC, y la inversión pública se recuperó en un solo año fiscal. Eso es un modelo rentable y sostenible que merece reconocimiento.

Defender el Guggenheim y Urdaibai implica políticas públicas balanceadas, que conjuguen naturaleza, cultura, industria y empleo. No vamos a regalar nuestro territorio ni futuro a lobbies ecopacifistas que paralizan el desarrollo. Urdaibai es un territorio vivo y el Guggenheim es un motor económico probado. En ese equilibrio reside la verdadera defensa de Euskadi y su futuro próspero.