Por Murillo Camarotto vía Reuters Institute
Reporteros de Argentina, Brasil, Panamá y el Reino Unido explican por qué abandonaron las redacciones para dedicarse a otras profesiones
Cuando aún era una niña, Débora Duque, que ahora tiene 34 años, decidió que quería ser periodista. Y no cualquier tipo de periodista: quería cubrir política para el Jornal do Commercio, el periódico más influyente de Recife, su ciudad natal en el nordeste de Brasil.
Poco después de graduarse, Duque consiguió el trabajo de sus sueños y empezó a cubrir política en el Jornal do Commercio. Pero no duró mucho allí. En el periódico comenzaron a despedir a periodistas experimentados y el nivel editorial bajó más que nunca. Sufriendo el síndrome del quemado [estrés laboral crónico] y sintiéndose decepcionada, decidió dejar el trabajo.
En mayo, la BBC publicó una nota en la que muchos trabajadores se preguntaban si aún merecía la pena invertir en el trabajo de sus sueños. El artículo contaba las historias de personas de varias profesiones y mostraba cómo estos empleos se habían vuelto insostenibles, ya fuera por toxicidad, inestabilidad económica o agotamiento.
El artículo menciona incluso un estudio de Corea del Sur que dice que los jóvenes han acuñado el término en inglés ‘passion wage’ [salario de pasión] para describir los bajos salarios que se pagan a quienes trabajan en lo que aman.
¿Por qué la gente se dedica al periodismo?
¿Sigue siendo el periodismo un trabajo de ensueño? Muchos jóvenes de todo el mundo siguen abrazándolo como una oportunidad para investigar la corrupción, ser testigos de momentos clave de la historia e informar sobre injusticias, hambrunas y guerras. Algunos incluso renuncian a mejores sueldos para seguir haciéndolo.
“Era un placer que trascendía el dinero. Vivir la historia en tiempo real, participar. Siempre digo que el historiador es un comentarista de un partido ya jugado, mientras que el periodista puede seguir participando en él. Estaba muy emocionado. Era un poco ingenuo, supongo. Sólo quería ser útil”, dice Gabriel Rocha Gaspar, de 40 años, antiguo corresponsal de Radio Francia Internacional que dejó el periodismo hace unos años.
De padre y madre periodistas cubriendo la industria musical, Rocha Gaspar nunca quiso dedicarse a otra cosa. Como reportero, trabajó en varias redacciones, cubriendo economía, tecnología y noticias internacionales. Cuando la crisis financiera golpeó a las organizaciones de noticias, empezó a cuestionarse su futuro en el periodismo.
“Hay varias categorías de censura que son invisibles desde fuera”, dice Rocha Gaspar. “Cuando trabajas en una redacción, te encuentras con cosas como la censura corporativa. Te das cuenta de que los anunciantes tienen un peso desproporcionado en las noticias. Algunos modelos de negocio simplemente no son sostenibles y esto repercute en las redacciones y crea autocensura”.
Decepcionado de las redacciones tradicionales, Rocha Gaspar se unió a proyectos independientes, pero allí también vio muchos problemas. “Los periodistas eran combativos, pero su producción carecía de calidad. No era muy profesional”, afirma. Decepcionado de la profesión, recurrió a su experiencia en música y tecnología, y se incorporó como directivo a una importante empresa musical.
En su nueva carrera y con un sueldo más alto, Rocha Gaspar consiguió comprarse un apartamento y ya no tiene la necesidad imperiosa de ganar dinero extra con trabajos por cuenta propia. Durante su etapa como periodista, los fines de semana los ocupaba casi todos con trabajo adicional, que no le producía mucha satisfacción personal. “Lo hacía sólo por dinero”, dice.
¿Es un asunto generacional?
El asesor de negocios Airam Corrêa ve rastros de un cambio cultural y generacional detrás de las decisiones de periodistas como Gaspar y Duque. “Cada generación crea nuevos mitos”, afirma. “En mi ciudad, ya no hay aspirantes a estrellas del rock y ahora todos quieren ser Mark Zuckerberg”.
Una encuesta de 2019 en Reino Unido mostró que las llamadas industrias creativas son más propensas a explotar la pasión de los trabajadores pagándoles salarios más bajos. Otra encuesta de 2020 reveló que el 47% de los menores de 30 años había aceptado trabajar gratis durante un tiempo para conseguir el empleo de sus sueños.
“Influenciados por frases como ‘vive tu pasión’, muchos se rinden o bajan la guardia”, explica Corrêa, que subraya que la economía también forma parte de la ecuación. En tiempos difíciles, la gente está menos dispuesta a luchar por el trabajo de sus sueños.
En el caso concreto del periodismo, el dinero y la estabilidad siempre han sido factores decisivos para alejar a los profesionales de este campo.
Dejar el periodismo por la política
El periodista argentino Diego Quinteros recientemente dejó la profesión tras diez años trabajando como reportero en La Nación, uno de los principales diarios del país. Consiguió una beca para estudiar en España. El periódico no le dio la posibilidad de tomarse un permiso sin sueldo durante un tiempo, pero decidió irse de todos modos.
De vuelta en Buenos Aires, aceptó un trabajo fuera de la redacción para pagar sus cuentas. “Cuando tenés veintitantos años, ganar poco dinero no importa tanto. Cuando tenés 30, sin fines de semana y todavía ganando poco dinero, la ecuación es mucho más compleja”, dice Quinteros, que actualmente trabaja como asesor de un político en su país natal.
Un trabajo que publiqué en 2019 tras mi etapa como Journalist Fellow [periodista becado] en el Instituto Reuters mostraba cómo los políticos brasileños se las ingeniaban para captar a los mejores periodistas del nordeste del país. Según mi encuesta, casi el 40% de los reporteros que habían abandonado sus redacciones en un periodo de diez años pasaron a trabajar como asesores de comunicación de políticos u organismos públicos.
Aunque algunos periodistas están cambiando su trayectoria profesional de forma más radical, convertirse en relacionistas públicos o asesores de comunicación es visto por muchos como la opción más lógica. El periodista panameño Luis Burón, que trabajó durante 12 años en los diarios La Estrella y La Prensa, trabaja ahora en el departamento de comunicación de una agencia de la ONU. Como otras fuentes en esta nota, dejó el periodismo por motivos económicos.
“Aunque trabajaba como freelance, necesitaba tener un acuerdo más estable”, dice. “Conseguí tenerlo con uno de los periódicos con los que trabajaba. Pero al agravarse la crisis, decidieron rescindirme el contrato, y cuando lo perdí, lo que ganaba con más trabajos esporádicos no me alcanzaba para sobrevivir”, cuenta Burón.
Fuera de la redacción, su vida ha mejorado considerablemente. “Cambiar de profesión me ha permitido mudarme a una casa nueva, comprar un coche mejor y dar más a mi hijo”, añade.
Tras dejar el periodismo, Débora Duque siguió un camino similar. Empezó a trabajar como responsable de comunicación en una institución pública de Brasil. Su principal objetivo era ganar tiempo y replantearse su pasión: escribir sobre política en su país natal. Hoy tiene un máster en Ciencias Políticas y es candidata al doctorado en la Universidad Brown de Estados Unidos.
Tener un impacto más allá del periodismo
El reportero británico Sam Dubberley siguió un camino similar. Tras más de una década trabajando para la Unión Europea de Radiodifusión (EBU, por sus siglas en inglés), ahora trabaja como director general de Human Rights Watch (HRW) en Berlín. Antes de incorporarse a HRW, aceptó una invitación de Amnistía Internacional, donde vio la oportunidad de tener un impacto significativo en la sociedad.
“Me ascendieron a redactor jefe muy rápido y muy joven, y me sentía muy infeliz en este puesto directivo”, dice Dubberley. “Probablemente estaba quemado. Necesitaba un descanso y un cambio de rumbo. Entonces me ofrecieron un puesto en Amnistía Internacional. Todavía me sentía muy conectado con el periodismo y me gustaba el enfoque de crear impacto en lugar de simplemente compartir historias”.
Para Corrêa, el asesor de negocios, el “glamour” de una vida adicta al trabajo en el periodismo puede ser cosa del pasado. Puede que algunas empresas sigan intentando atraer a jóvenes que buscan darle sentido a su vida. Pero él cree que perseguir la felicidad exclusivamente a través del trabajo es la fórmula perfecta para hacerse infeliz.
Corrêa recomienda lo que él llama el lavado de pasiones: “Hay otros motores [en la vida de uno], como el crecimiento personal, la salud de tus relaciones y la actividad física. ‘¿Quién soy?’ y ‘¿qué quiero hacer?’ son preguntas con las que siempre tenemos que vivir. La clave es tener claro lo que estás dispuesto a aceptar y no abandonar esos otros motores”.
¿Un experiodista sigue siendo periodista?
En el artículo publicado por la BBC, la profesora asociada de la Universidad de Michigan Erin Cech también aborda el tema existencial de las carreras basadas en la pasión. “Si dejas ese trabajo, o la organización desaparece, de repente corres el riesgo de perder una parte fundamental de lo que crees que eres, y eso puede ser devastador”, afirma.
Rocha Gaspar afirma que, a pesar del cambio, sigue presentándose como periodista. “El hecho de que ahora haga periodismo sólo por afición me libera de lo que me apartó de la profesión en un principio”, afirma. Burón, el periodista panameño, también sigue presentándose como tal. “Ser periodista fue muy satisfactorio”, afirma.
Pero no todos están de acuerdo con Rocha Gaspar y Burón.
Quinteros, el periodista de Argentina, dice que sigue rellenando “periodista” en los formularios, pero que ya no siente lo mismo que antes. “No siento nostalgia ni me imagino de nuevo en una redacción”, afirma.
Duque, la periodista de Brasil, se presenta como alguien que “se licenció en periodismo” y cree que la profesión sigue formando parte de su identidad. Pero reconoce que “el encanto del periodismo ya no es el mismo”. El hechizo se ha roto.