Por Montxo Urraburu
El día a día de cualquier persona tiene una larga lista de comportamientos y reacciones a las que buscamos explicaciones, cuando, en realidad, tienen una sola causa: el miedo a lo desconocido. Constantemente estamos sometidos a desafíos que exigen tomar decisiones: cambiar de residencia, tener o no tener hijos, elegir pareja, votar en las elecciones, responder a una invitación, asumir una enfermedad. . . Trascendentales o no, los pasos que demos irán conformando nuestra actitud ante la vida, y esa actitud ante las distintas situaciones podrán ser atrevidas o cautelosas, insensatas o reflexivas, preocupadas o confiadas. Es comprensible que, llegado cierto punto de la existencia, la gente de mayor edad se resista a lanzarse a la incertidumbre que representa toda mudanza, por leve que esta sea.
Según una teoría de la personalidad, expuesta por un entendido en la cosa, el ser humano se rige por una serie de necesidades organizadas piramidalmente y determinadas por una especie de patrón genético. Pues bien, dentro de las necesidades de base no están solo las fisiológicas, las de estima y las de amor y, al parecer una larga lista de las que se deriva el miedo a lo desconocido. Pero, aunque este impulso de seguridad es general, la respuesta que damos es variada. Las personas mayores saben desarrollar mecanismos de control y superación del miedo, el inmaduro se deja atenazar por el y va parapetándose en pensamientos negativos y desconfianzas. Un aprendizaje en la vida que merezca ese nombre debe enseñar a superar el enfrentamiento a distintas necesidades, enfrentándose a lo desconocido mediante un razonable equilibrio.
Dar un repaso mas a las relaciones que sabemos nocivas pero que mantenemos por convencionalismos o miedos de otro tipo – la soledad, a ser tratado de desleal…- y enfrentarse a situaciones problemáticas sin temor a un posible fracaso. Pienso que, actuando así, nos encontraremos con que, muchas de las cosas que nos producían temor o considerábamos peligrosas, acaban interesándonos. Por supuesto, también nos procuraran contratiempos, habremos desarrollado nuestra imaginación, perderemos el miedo al ridículo, estaremos más abiertos a nuestro entorno y, sobre todo, dispondremos de recursos para responder a situaciones nuevas que, de otro modo, no seriamos capaces de afrontar. No se si esto dará resultado, pero…. Tenemos 365 días para intentarlo.