Por Koldobike Uriarte Ruiz de Eguino.
El miedo siempre ha acompañado al ser humano, y gracias a ello, conseguimos protegernos y salvaguardar la vida. El miedo nos protege para nuestra integridad física y mental, para nuestra seguridad, en función de las ideas y creencias que tengamos.
El problema ético surge cuando el miedo que sentimos no obedece a un peligro real, y en este texto quiero referirme no a miedos internos disfuncionales, sino a miedos que obedecen a peligros que nos presentan como reales, con una intencionalidad de modificar nuestra conducta para satisfacer los intereses de otras personas, estamentos o poderes fácticos.
No es un miedo adaptativo ni útil para nosotros, sino para otros interesados.
Repito que no me refiero al miedo a los aviones, a envejecer, o a defraudar a nuestros seres queridos. Y por lo tanto, no nos van a funcionar las terapias de la sicología que han mostrado su efectividad en esos casos, como las cognitivo-conductuales, que se usan para aprender a regular y gestionar las emociones de forma adaptativa, incluido el miedo, ni las técnicas de exposición, de forma que se produzca una desensibilización sistemática hacia esos estímulos que nos aterran.
En nuestra sociedad se ha utilizado históricamente el sistema punitivo y de castigo para ejercer el poder del Estado, en pro de una aparente seguridad pública, de forma que también así se ejerce el control social. Se genera alarma social, frente a la delincuencia, por ejemplo, y la cárcel y pérdida del derecho a la libertad se aceptan como garantías de seguridad. Para justificar el castigo y el control se usa el miedo al crimen, al criminal y a lo diferente, fomentado una alarma social permanente.
Pero ¿hasta dónde se puede considerar esto legítimo cuando la realidad puede ser manipulada a través de las distintas instituciones y mecanismos de poder?
Algunos medios de comunicación generan demasiada alarma social, manipulando la información para sus intereses mercantiles, partidistas, religiosos, sectarios… Y no estoy cuestionando la libertad de expresión, la libertad de prensa… Estoy cuestionando que se usen las debilidades del ser humano, como el temor y el miedo de forma consciente para fines no éticos.
Demasiados partidos políticos manipulan constantemente la realidad con fines partidistas, y no por su ideología o por el modelo social o económico que defienden, sino muchas veces por personalismos y malas praxis de captación de poder.
No es mi intención poner ejemplos que todos y todas conocemos, por mi propio miedo a que pudieran resultar manipulados y así atribuirme una orientación favorable a unos u otros medios de comunicación, a unos u otros partidos…, y así desvirtuar mi reflexión.
Y también utilizan el miedo, claro, los bancos, las empresas… en este mundo tan materialista y poco centrado en valores humanos, y ética humanista.
Lo que más me preocupa es que desgraciadamente el uso del miedo se ha profesionalizado. Todos estos agentes y entes cada vez utilizan más a personas expertas en manipulación conductual para la venta inmobiliaria, de productos financieros, de energía, de tratamientos estéticos… o para salvaguardar las malas praxis de partidos o de representantes políticos.
Temblores me producen algunos contenidos de cursos de marketing, de liderazgo, de oratoria… que se están impartiendo actualmente, y que ya forman parte de las competencias que estamos desarrollando en nuestros jóvenes.
Espero confundirme, por ejemplo, en lo que estamos viviendo actualmente con la generalización de la información que está provocando miedo a la posible guerra mundial y con ello la justificación de la gran inversión pública en armamento…, la verdad.
¿Todo vale para vender objetos, ideas, votos o creencias religiosas? El miedo nos hace vulnerables, usarlo sin ética es abuso de poder, y muy poco humano.