Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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EUROPA

La Unión Europea nació el primero de enero de 1958 como Mercado Común y se irá al traste sin haber llegado a ser nunca, una unión europea. Se nos ha pasado el arroz, y lo que no hemos hecho en sesenta y seis años, no lo haremos ahora.

Mercado Común era un nombre, pero también una declaración de intenciones. No hubo nunca voluntad real ni posibilidad de construcción de un ente social y político europeo, que concerniera a todas las capas de la población. Los que, en algún momento soñamos con tal cosa, hace tiempo que despertamos.

Poco antes del nacimiento del Mercado Común, la paranoia americana había creado, el cuatro de abril de 1949, la OTAN, a la que, naturalmente, respondió la URSS seis años más tarde, creando el Pacto de Varsovia, para evitar otra invasión occidental de Rusia; una auténtica obsesión histórica de los europeos.

Por lo tanto, el primer Mercado Común, el del Tratado de Roma que firmaron Francia, Alemania, Italia, i los tres países del Benelux, nació para no pasar nunca de la infancia. Sin soberanía militar ni acción exterior común, su papel era y es de meros protectorados de Washington.

Estos protectorados, que tenían una simple función de organización económica, fueron tolerados por los EEUU mientras no supusieran una amenaza potencial al predominio norteamericano en el plano económico, y se mantuvieran como aliados sin ningún peso en la OTAN.

Cierto es que una minoría ilustrada, normalmente adscrita a corrientes progresistas, continuó hablando de auténtica integración europea, de un ente real supranacional, soberano, que tuviera un papel propio en un mundo que caminaba hacia la conformación de enormes bloques, constituidos por afinidades culturales, geográficas o de otra índole.

Naturalmente, los bienintencionados eludieron las cuestiones más elementales desde el principio. ¿Cómo sería una Europa unida?, ¿monárquica, federal, confederal? ¿Es posible un ente político en el que convivan reyes y presidentes de repúblicas? ¿Quién sería tal presidente de tal Europa unida?, ¿un emperador, un presidente republicano, un oso panda, que es un bicho que nos gusta a todos?  La ciencia política, a veces, ha sido creativa e imaginativa, pero no da para tanto.

La cuestión social también se guardó en un cajón y se tiró la llave. ¿Igualdad de derechos sociales y laborales? ¡¡Venga, hombre!! ¿Cómo iban a renunciar los alemanes, ingleses u holandeses, a explotar, mediante la diferencia salarial, a españoles, portugueses o griegos? Nos vieron cara de camareros enseguida, y nos adjudicaron graciosamente ese papel. “Los trabajos serios ya los haremos nosotros”, nos propusieron; “ustedes póngannos las cervezas y límpiennos las habitaciones”. No nos dimos cuenta de que aquella diosa vikinga que admirábamos en nuestras playas, en su país era cajera de supermercado, y que sin una Europa auténticamente unida, siempre seríamos sus camareros.

En este sucinto repaso de imposibilidades de auténtica Europa unida,- imposibilidades buscadas, abonadas y cultivadas con esmero-, no podemos dejar de prestar atención al factor cultural. Por encima de antiguas filosofías i de pretendidas sensibilidades judeo-cristianas, lo que determina una cultura en su manifestación primera, es su lengua. Y tampoco aquí vamos bien. Hay europeos que se pueden expresar en su lengua en todos los ámbitos, y europeos que no gozan de ese derecho. Por lo tanto, hay culturas de primera y culturas de segunda. ¿Afronta la Unión Europea este problema? No. La solución escogida es hacer el problema más grande, y amenazar con la entrada de nuevos miembros entre los que ya había ciudadanos de segunda desde el principio. Los ciudadanos pertenecientes a las lenguas y culturas minoritarias, sobre los que se ha practicado hasta nuestros días la colonización cultural, la limpieza étnica, i el genocidio lingüístico, no tienen claro que eso de la Libertad, Igualdad i Fraternidad les incluya.

No hablaremos aquí, por pudor, de los problemas territoriales que en Europa han provocado dos guerras mundiales. Si lo menciono es porque Macron ha pedido enviar tropas a Ucrania, y Von der Leyen nos acaba de decir que nos preparemos para la guerra. Visto lo visto, oído lo oído, propongo cambiar con carácter de urgencia, a Úrsula por Mafalda, y a Borrell por Snoopy, o nos exponemos a tener un accidente llamado Tercera Guerra Mundial. Veamos el tema con detenimiento.

Es evidente que Von der Leyen, Borrell y otros delincuentes políticos, están intentando tapar el ridículo de una Europa absolutamente desunida, i asimismo, el ridículo de tal Europa en la guerra de Ucrania. Europa ha sido conducida en dos años a la recesión, mientras Rusia, a la que Borrell definió, en un lenguaje de gran estilo diplomático, como una gasolinera con un cuartel al lado, ha crecido prácticamente un 4%.

Pero ¿de qué activos dispondría la Unión Europea en ese hipotético conflicto? En principio, de un compendio de ejércitos regulares que, con excepción del francés, son ejércitos de la Señorita Pepis. Si no se lograra, con tales fuerzas, reducir a los pérfidos rusos al primer golpe,-cosa que no se creen ni los más estúpidos-, habría que recurrir a la movilización de la población civil, empezando por la población joven. Y llegados a este punto, la cuestión empieza a entrar en el plano de la psicodelia. Estos jóvenes europeos, que tienen como única patria el hedonismo, y como proyecto de vida el del consumo y la satisfacción de los caprichos, tendrían que encuadrarse en unidades militares para convertirse no en héroes, sino en el steak tartar de los durísimos soldados siberianos. ¿Formaremos batallones de raperos y regimientos aerotransportados con los memos que saltan del tercer piso a la piscina del hotel? ¿Obedecerían a sus oficiales o pedirían ser mandados por influencers? ¿Sabrían que el casco no se puede poner con la visera hacia atrás, como hacen con las gorras? ¿Serían hechos prisioneros por no entender que en las trincheras hay que disparar y no mirar todo el día el telefonillo móvil? Las siguientes levas también presentarían problemas en cuanto a su entusiasmo militar. ¿Aceptarían de buen grado ir a las estepas ucranianas, ahora que habían acabado de pagar la segunda residencia y se han vuelto a hipotecar para la tercera? ¡¡Allons enfants de la Patrie, le jour de gloire est arrivé…!!

Querida señora Von der Leyen y otros carniceros: Seguramente, ustedes tienen otra opción en la cabeza. ¿No podríamos enviar a la guerra a blancos pobres que no hayan podido pagar su hipoteca, o que estén en el paro de larga duración?, i ¿por qué no, formar unidades de choque con molestos inmigrantes que, al fin tendrían una función social meritoria? Pero recuerde, señora Von der Leyen, que con esta fórmula, los americanos,-sus amigos-, perdieron la guerra de Vietnam, y no han vuelto a ganar ninguna más desde entonces.

Señora Von der Leyen: Váyase a su casa. Señor Macron: Váyase a su casa.  Señor Scholz: Váyase a su casa. Al señor Borrell no le puedo decir lo mismo, porque no lo quieren ni en su pueblo.

Podría parecerle al lector, que doy un salto brusco desde la exposición de los factores del fracaso de la construcción europea, al tema de la guerra de Ucrania. Pero no es así.

La Unión Europea nació, precisamente, para evitar otra guerra en Europa. I su fracaso político, social y económico, está en la génesis del actual conflicto.

Cuando en la película “Lo que el viento se llevó”, le preguntan al protagonista quien ganaría la guerra, él se decanta por el norte i dice: “Ustedes perderán porque sólo tienen algodón, arrogancia y esclavos”. En el caso de Europa, substitúyase la palabra “algodón” por la que más guste. Europa vae victis.

De un europeísta de verdad.

Tono Álvarez-Solís