¿Qué motivó que Ucrania prevaleciera y Rusia fracasara?
Con la primera salva de cañón del día 24 de febrero de 2022 para algunos se les paró el corazón, la mente y el alma, todo a la vez. Incomprensión de lo que estaba sucediendo, por parte de una Rusia que pensaba que podía cambiar el signo de los tiempos, empezando por pura y simplemente desconocerlos. La burbuja euro-occidental ligada al pacifismo, la OTAN y la Unión Europea, metió en, por lo menos, hasta 1989 en un mundo con un tranquilizador muro de separación y tras 1991 en los dividendos de la paz por la implosión no descontrolada del Imperio Soviético. El pensamiento del mal europeo por el colonialismo, por las dos guerras mundiales, inducido por los de fuera del continente, había influido en demasía. Hasta el punto de condenar la energía y su suministro en un país, Alemania, que llevó a Europa y al mundo a dos grandes conflagraciones bélicas en la primera mitad del siglo XX y ha estado a punto de llevarlo a otra por su pacifismo. Si, la paz puede tener sus propios demonios, como la razón lo fue para Goya en sus célebres obras. Y es un punto importante para este puzzle que se abrió con la sinrazón autojustificada de Rusia.
Conocer la Historia es fundamental no para prevenir el futuro sino para aprender del mismo y de sus posibles alternativas. Lo que pudo ser y no fue, junto con lo que sí fue, supone una mina de materias preciosas para poder tener instrumentos para los que deben tomar decisiones en nombre de los demás. Por eso muchos pensaban (y me incluyo) que en un cálculo utilitarista de costes y beneficios no era rentable que Rusia quisiera meter sus zarpas efectivamente en una guerra de conquista para con Ucrania cuando la simple amenaza podía llevar a la mesa de negociación una posición de fuerza. Muchos nos equivocamos, pues como sucede en muchos escenarios, hay otros ingredientes. Como por ejemplo el deseo personal de ver culminar una obra antes de desaparecer. Siempre con un relato. Como el citado por Putin respecto a la toma por Pedro el grande de las manos de Suecia de unas marismas para construir San Petersburgo, el balcón al Báltico, a Europa, de la Rusia de los zares. Quizás influya el reto demográfico, que en el siglo XXI ya afecta a la propia China, pudiendo bajar de los mil millones de habitantes a fines del mismo. Como por no hablar de una Rusia que con el mayor territorio del mundo tiene parecido número de habitantes que México o que Bangladesh. Y con una economía del tamaño de España o Italia, una renta per cápita similar a la de la Libia de Gadaffi o la Rumanía contemporánea a la invasión. Que viene precedida en lo interno de revueltas como las dos guerras en Chechenia. Y en el exterior, la guerra de Georgia en 2008 y en el asunto de Crimea y el Donbass desde 2014. Ceguera voluntaria y plan preñado de pasado futuro para Occidente y Rusia respectivamente.
Ucrania resistió el primer envite. Salvó lo importante, en términos de la navidad de 2022 y la situación en este momento. Kiev, Jarkiv, Odessa, Mykolaiv … la recuperación de Izium, Lyman y Kherson. La resistencia heróica en Mariupol. Ha sido duro. Sangre, sudor y lágrimas. Con ayuda occidental, por supuesto, pero después de haber demostrado que podían sobrevivir por sus propias fuerzas en las primeras horas, donde se juega el todo por el todo, donde el prístino liderazgo brilló por su presencia. Aquel presidente, Volodymir Zelensky, servidor del pueblo, electo en las elecciones generales de 2019. Cuando en primera vuelta los tres primeros candidatos sumaron más de un 60% del voto, con claro programa euro-occidental. Y en la segunda vuelta venciendo al entonces sin saberlo saliente presidente Petro Poroshenko. Este líder sobrevenido decidió mantenerse al timón de la nave cuando todo indicaba un fracaso y un gobierno desde el exilio. Ese valor infundido desde las alturas impregnó al conjunto de la nación ucraniana. Que mal que bien ha conseguido mantenerse y recuperar su país para la independencia nacional, tal y como hizo Polonia en el milagro del Vístula o Finlandia en la guerra de invierno. Porque con todo lo doloroso que pueda ser, el asunto de fondo es otro, y hemos de tenerlo presente cuando recordamos …
“Miles de vidas se perdieron, y millones están sin hogar. Pero el agua ha retrocedido. Las ciudades caen, pero son reconstruidas. Los héroes cae, pero son recordados. Los honramos con cada ladrillo, con cada semilla y con cada niño que cuidemos.”
Y es que es más duradero el desacople mental. Esos rusos étnicos, ruso-parlantes, pero tan ucranianos o más que cualquiera, que han visto como el imperialismo bajo su coartada, para ser utilizados como títeres, como los alemanes de los Sudetes antes de la negociación de Múnich de 1938, pero la cosa ha cambiado. Incluso la navidad según el calendario ortodoxo para muchos miles de ciudadanos ha pasado a mejor vida. Los hogares se reconstruirán en lo material. Pero la convivencia está rota, el extrañamiento de Ucrania para con la madre patria Rusia ha pasado a mejor vida. Con su invasión agreste y ultramontana del 24 de febrero de 2022 Putin ha puesto a Ucrania y los ucranianos al lado de sus hermanos de Europa, de la OTAN y de la Unión Europea, que si bien tardó en reaccionar, progresivamente ha ido en apoyo de quienes se reclaman parte del espacio euro-occidental. Ese cambio de mentalidad será el legado profundo y verdadero de esta, como las demás, tristes guerras. Pero hemos de aprender que “si vis pacem, para bellum” es presente. Y que las políticas de defensa no apriorizan guerras, sino posibilitan la no injerencia de quien piensa que saltándose los cauces establecidos puede llegar a conseguir lo que le es negado por la vía política y diplomática. Ucrania nos lanza el aviso, del jardín y de la selva. Escarmentemos en cabeza ajena, mientras les ayudamos a prevalecer y a vencer. Por ello, sólo se puede añadir cuatro palabras: slava ukraini, heroiam slava.
De Juan Carlos Pérez Álvarez (Autor), Xabier Ormaetxea Garai (Colaborador), Rubén Villamor (Colaborador), Domingo Cáceres (Colaborador), Víctor Vasilescu (Colaborador), Erik Encinas Ortega (Colaborador), Óscar Maragaño (Colaborador), Mariano López de Miguel (Colaborador), Alex Botella (Colaborador), Nacho Montes de Oca (Colaborador).