Por Vicente Huici Urmeneta
Esta fue, desde mi punto de vista, la frase clave de la primera parte de la presentación de Hijas del miedo, una obra que recoge diecinueve narraciones escritas por varias juezas que se enfrentan cotidianamente a casos de violencia machista y que se presentó ayer por la tarde en el Colegio de la Abogacía de Bizkaia (representado por Silvia Gutierrez Vallejo) en colaboración con el Colegio Vasco de Periodistas (de la mano de Amaia Goikoetxea).

Las intervenciones que se sucedieron a continuación destacaron varios aspectos de esta labor. Así, Cristina Meré, jueza de la Línea de la Concepción (Cádiz) y una de las autoras del libro señaló la doble dimensión catártica y documental de la obra. Por su parte, la magistrada Julia Sauri insistió en la marca personal y profesional que implica la instrucción de este tipo de casos.
Posteriormente, en el debate moderado por la periodista Andrea Cimadevilla, fueron apareciendo varios temas relacionados destacando la relevancia del respeto hacia la víctima, en ocasiones no muy consciente de su condición, así como la labor educativa siempre pendiente y tanto más en un entorno social articulado en las redes sociales que muestran a veces como normalizadas conductas psicopatológicas muy graves.
En el turno de preguntas, el ex-diputado Emilio Olabarría reclamó una revisión legislativa sobre todo en relación a la actualmente vigente sobre los delitos cometidos por menores y dejando caer que sería interesante debatir sobre los recursos jurídicos disponibles – y entre ellos la famosa Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida como «ley del solo sí es sí» – aunque acaso no era la mejor ocasión para ello.
Por su parte, y entre otras intervenciones, la decana del Colegio de Periodistas Amaia Goikoetxea se preguntó qué podían hacer los medios de comunicación para contribuir a luchar contra la lacra de la violencia machista…Y tras varias matizaciones acerca de lo documentable y lo publicable, se hizo un hincapié particular en el adecuado empleo del lenguaje, siendo un buen ejemplo concreto el desplazamiento del culposo y pasivo «ha sido violada» por el culpable y activo «fue violada».
De manera que la conclusión del acto coincidió de alguna manera con su comienzo, ya que más allá y más acá de la cruel empírea criminal, relatos, leyes, sentencias, crónicas y materiales educativos suponen poner en marcha ese vínculo especial con las palabras, esa capacidad del ser humano que puede moderar lo instintivo sobre todo cuando linda con lo patológico individual o social.