Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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«La impotencia y la falta de apetito sexual se relacionan con patologías mentales»

Entrevista a Ángel Luis Montejo González, presidente de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental

Nekane Lauzirika

Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Salamanca y director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental, Ángel Luis Montejo González lleva más de 20 años estudiando la sexualidad humana y aglutinando a psiquiatras interesados en el tema para realizar investigaciones y estudios sobre esta área de la medicina. “Con mucho esfuerzo conseguimos echar a andar la asociación en la que participan actualmente no solo psiquiatras, sino también expertos en otras especialidades, entre ellos, psicólogos”, explica a la revista EL MÉDICO.

Psiquiatra y experto en sexualidad humana, el doctor Montejo se refiere a la creación de la asociación, “porque no tener una vida sexual satisfactoria suele derivar en problemas de salud mental algunos de ellos de gran gravedad”, reconoce. Por eso, “primero hicimos un grupo de trabajo hace ya dos décadas. Realizamos una primera reunión científica que partió de mi interés personal por este tema. Desde 2002 venimos realizando encuentros con expertos de forma ininterrumpida hasta conseguir atraer a psiquiatras interesados en el tema”, explica.

¿Con qué idea creó la asociación?

Nacimos para aportar conocimiento sobre la sexualidad a los especialistas en Psiquiatría. En la carrera de medicina no se imparte una formación específica, ni existe una carrera de sexología como tal; actualmente lo que hay son másteres, pero no una formación específica, ni siquiera alguna asignatura suelta.

¿Es una asignatura pendiente?

Sí. La formación en sexualidad es clave, sobre todo, para los psiquiatras que van a trabajar con pacientes con depresión. Por eso, pusimos en marcha la Asociación de Sexualidad y Salud Mental.

¿La salud sexual es clave en la salud física?

Es fundamental. Se ha visto que la salud sexual tiene un número enorme de beneficios sobre la salud en general.

¿Por ejemplo?

La actividad sexual tiene un efecto analgésico importante, así como antidepresivo y ansiolítico. Además, actúa positivamente sobre la longevidad, observándose una relación directa entre el número de veces que se hace el amor y el aspecto juvenil que tienen las personas. Parece un chiste, pero es cierto. Se hicieron experimentos con personas a través de un cristal que no se veía y la gente calculaba la edad media de las personas que había al otro lado del cristal; coincidió en que las personas que más veces hacían el amor parecían más jóvenes.

¿Al hablar de amor queremos decir sexo?

Sí, claro. Pero me refiero, sobre todo, al sexo con vínculo. No se trata de actividad sexual indiscriminada, no, sino de hacer el amor con una pareja estable con la que hay un vínculo emocional, que es algo muy diferente. Nosotros le damos mucha importancia a esto. También se ha visto que las personas, cuanta más actividad sexual tienen, más rebajan su riesgo de padecer cáncer de próstata y de mama. Quienes no tienen actividad sexual alguna, padecen más riesgo de sufrir ese tipo de cánceres.

En la literatura clásica se habla del mal de amores. ¿Es una patología mental?

No, no es una patología. Mal de amores es un sentimiento emocional que se equipara a muchas situaciones de la vida en las que las personas sufren, pero no se puede considerar una enfermedad mental, salvo que se acompañe de algunos rasgos que pueden llegar a ser patológicos, pero porque la persona tenía antes algún trastorno de personalidad, depresivo. Hay gente que lleva muy mal los duelos de las rupturas, de lo que nosotros llamamos ‘el proceso de desvinculación’, y son incapaces de superarlo adecuadamente; lamentablemente, de eso hay mucho. Porque no se nos enseña a superarla, ni en las universidades, ni en los colegios, ni en ningún sitio. Es algo absurdo que no se haga, nosotros desde la Asociación lo reivindicamos. Es decir, se enseña a los niños en cuantas caras cristaliza un cuarzo y toda clase de piedruchas, así como cuántos habitantes tiene Burundi, pero no se les ensaña a manejarse emocionalmente de forma adecuada en esos procesos. Eso es una tara enorme que tiene nuestro sistema educativo.

Padecemos enfermedades contagiosas, ¿eso, por ejemplo, también puede tener connotaciones psíquicas?

Claro que sí. Tiene muchísimas. De hecho, ahora mismo vivimos un incremento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) en los adolescentes y vemos que aún hay un porcentaje muy elevado que no quiere utilizar preservativos en las relaciones esporádicas; esto es muy grave, un tema de salud púbica. El problema es que la educación sexual que se da a nuestros escolares es paupérrima y, lamentablemente, está politizada. Supuestamente, quienes deben velar por la educación sexual añaden otros contenidos políticos y los partidos no se ponen de acuerdo en esta materia. Sería muy importante centrarse en cosas no politizadas, pero no hemos tenido suerte y no se han puesto de acuerdo.

Varones con impotencia o mujeres sin apetito sexual. ¿Se manifiesta con patologías mentales?

Va bastante unido. Existen y ya estaban descritas en los manuales de diagnósticos estas patologías mentales ligadas al descenso del deseo sexual, tanto femenino como masculino. Pero, curiosamente, ahora se están empezando a tratar de modo diferenciado en el caso de la mujer, porque se considera que tienen características diferentes que en el varón. Hasta hace poco no se hacía, pero estas connotaciones diferenciadas y que la frecuencia sea tremendamente elevada lo hace muy útil en clínica. Lo desalentador es que sea tan grande esta frecuencia de relación patológica.

¿A qué se debe?

Por muchas razones. La primera es cómo va evolucionando la pareja. Si no se cuida bien y no se tiene una buena vida sexual, con el tiempo se va deteriorando, sobre todo, porque el deseo y la actividad sexual van muy unidos a todo lo que es el sistema cerebral que tiene que ver con la novedad. También, lamentablemente, a las parejas tampoco se las enseña cómo mantener la vida sexual activa y satisfactoria. Todo esto se deja al autoaprendizaje. Hay personas que aprenden muy bien y otras muy mal. Y como se habla poco de sexo, porque no se nos ha enseñado de pequeños que es tabú, a pesar de que es algo consustancial a nuestra vida, las personas tienen problemas.

Lo relacionado con la sexualidad está entre el tabú y el estigma. ¿Afecta a patologías que pueden estar relacionadas?

Sí. Muchísimas. Por ejemplo, cuando aparecen las primeras disfunciones eréctiles en los varones, si se explorara siempre en Atención Primaria a partir de los 40 o 50 años, la aparición de disfunción eréctil sin ninguna otra etiología, puede ser un marcador de patología coronaria y entonces si la gente se atreviera a decir esto, muy probablemente podríamos explorar todo el sistema vascular. Es como un síntoma centinela en algunos pacientes. Los vasos arteriales se deterioran con los años, se van haciendo más duros y puede ser un síntoma de alarma, con lo cual hay que poner en marcha otras medidas. Y, por otro lado, hay muchos problemas de descenso del deseo sexual y de orgasmos que se producen por la toma de psicofármacos. Esta fue la primera razón que me motivó, a mí personalmente, a ver a muchos pacientes que se quejaban de eso. Cuando les preguntaba se quejaban, no todos, pero sí bastantes, de que cuando tomaban determinados fármacos antidepresivos perdían su deseo sexual y que, además, tenían problemas de retraso del orgasmo. Eso era dramático para miles de personas a las que no se les informaba porque entonces se sabía poco y los laboratorios no habían investigado estos problemas en los ensayos clínicos. Porque cuando se investiga un fármaco para la depresión u otras patologías psíquicas, no suele preguntarse a los pacientes cómo va su vida sexual; parece una pregunta que sobra. Pero determinados antidepresivos, los que incrementan la serotonina y no solo estos, unido a su efecto antidepresivo también bajan muchísimo el deseo sexual.

La sexualidad en la juventud es distinta a la de la madurez. ¿Dónde detectan más los problemas psicológicos y mentales, en jóvenes o en adultos?

Los adolescentes tienen una sexualidad mucho más activa, impulsiva y candente. Es un tema fundamentalmente de novedad hormonal, despiertan las hormonas y el deseo sexual es dramático, tremendo. Por lo general, antes era el varón quien solía tomar la iniciativa mientras la mujer tenía un papel más pasivo. Pero todo esto ahora está cambiando, incluso llega a ser al revés. Son ahora las mujeres las que toman la iniciativa para establecer una primera relación sexual. Y, además, el objeto de vínculo que se tiene con los adultos no ocurre al principio entre los adolescentes. Es decir, los adolescentes tienen una actividad sexual más exploratoria; por lo general, ellos quieren tener distintas relaciones y experiencias previas hasta que encuentran la pareja a la que se vinculan más adelante. Ahora no suele darse ese sentimiento que se tenía antes relacionado con prejuicios religiosos de que con la primera persona que tocabas o te tocaba te tenías que casar. Salvo en círculos muy católicos y muy conservadores eso se ha acabado, el tema ha cambiado drásticamente. Existe una actitud más exploratoria de probar y cada vez hay menos restricciones morales. Esto hace que los jóvenes tengan más riesgo de enfermedades tanto físicas como psíquicas relacionadas a la función sexual, ligadas todas ellas a la mayor frecuencia de procesos de vinculación y desvinculación; si antes tenías un novio o novia con la que estabas varios años y rompías, tenías un duelo cada cierto tiempo, pero ahora los duelos son muy frecuentes, tanto como la frecuencia de vinculación y desvinculación. Además, ocurre que los chicos y chicas han cambiado el modo de relacionarse y los chicos empiezan a tener miedo a las mujeres.

¿Por qué?

Ellos tienen miedo a rendir poco, creen que deben rendir siempre adecuadamente y que tienen que satisfacer a sus parejas como “supermanes”, sobre todo, si se inician en el sexo a través del porno, donde los hombres parecen ser penes andantes, no seres humanos. Ven penes duros como piedras que nunca desfallecen y se comparan y esa “porno-educación sexual” que ven es demoledora para ellos. Por un lado, quieren ser “supermanes” en la cama, lo que es muy difícil de conseguir, y, por otro lado, se empieza a ver varones que no quieren vincularse de ninguna manera porque tienen miedo a la mujer. Este es un proceso que los especialistas tenemos que analizar con más detalle: qué está pasando para que cada vez menos hombres quieran vincularse. Esta es una enorme diferencia de comportamiento de los jóvenes actuales con respecto a la gente de más edad.

¿Tiene una relación significativa la sexualidad con los suicidios?

Está claro que existe una relación entre la disminución de la sexualidad, la tristeza y la frustración con la aparición de depresiones. La persona incapaz de tener relaciones sexuales, sea por razones orgánicas o por otras cuestiones, sufre y sufre mucho; y sufre más el varón que la mujer. Al varón parece que le ponen un motor de 500 caballos de testosteronas y a las mujeres estrógenos, de modo que la potencia de deseo sexual es muy diferente. El deseo en el varón es mayor por razón de la testosterona. Biológicamente es así, somos iguales en derechos y ante la ley, pero diferentes biológicamente. La naturaleza es más poderosa que nuestras leyes y seguirá siendo así siempre, a no ser que socialmente estemos haciendo que los varones se inhiban por miedo a no rendir o a ser castigados. Nosotros desde el punto de vista científico observamos que el comportamiento está cambiando y no sabemos hacia dónde vamos, pero está cambiando mucho.

¿Los médicos tendrían que dar más importancia a la vida sexual del paciente?

Sí. No tomárselo como una forma de invadir su intimidad, sino que su vida sexual determinará muchas veces su comportamiento y la patología que sufren. En la primera visita de todas las consultas, lo mismo que le preguntamos cómo come, cómo duerme, qué le duele, hay que preguntarle qué tal le va su vida sexual, independientemente de que sean homo o heterosexuales. Hay que preguntárselo porque ahí podremos ver si hay un atisbo de patología. Otro problema es que no hay sexólogos en la Seguridad Social, ni un sitio dónde enviarles. Desde la Asociación queremos suplir esa carencia y tenemos un curso cada año para profesionales sanitarios, en el que nos reunimos durante una semana expertos en Psiquiatría, Psicología y Pedagogía para intercambiar ideas e información sobre temas de salud y sexualidad muy interesantes y que pueden resultar de ayuda para los sanitarios en general. El mensaje clave que queremos transmitir es que la vida sexual tiene que formar parte de la vida normal del ser humano.