Por Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio nacional de Medio Ambiente
Estos días se ha revelado que solo 14 países de los 200 firmantes del Acuerdo de París han presentado a tiempo las actualizaciones de sus planes climáticos con objetivos para 2035, antes de la fecha límite original del pasado 10 de febrero, que están obligados a presentar ante la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. El Acuerdo de París de 2015 establece que cada cinco años los países firmantes deben de presentar planes llamados contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, sus siglas en ingles) -artículo 4, párrafo 2- con objetivos cuantificados de emisiones para programar la acción en un horizonte hasta de 5 ó 10 años, con vistas a conseguir la neutralidad climática en 2050, de cero emisiones. Ni España ni la Unión Europea lo han hecho, y entre los países que han presentado están Brasil, anfitrión de la próxima Cumbre del Clima (COP20) y Reino Unido.
En 2020, fueron algo más, pero insuficientes. Concretamente 48 países son los que cumplieron el plazo. Pero, cabe preguntarse, ¿no ha cambiado nada desde entonces? ¿No estamos ante una urgencia mayor?
Si repasamos lo que ha acontecido en estos últimos años, veremos que acabamos el primer mes de 2025, y la sensación es que de buenas noticias nada de nada, y la crisis climática nos ha vuelto a dar un golpe de realidad difícil de ignorar. A principios de mes se confirmó lo que ya advertíamos en una pasada edición: 2024 ha sido el año más caluroso jamás registrado.
No solo fue el año más caluroso, si no que el aumento de la temperatura superó por primera vez los 1,5 °C del Acuerdo de París, el objetivo fijado en 2015 para evitar los efectos más devastadores del cambio climático. Con un aumento de la temperatura de 1,6 °C por encima de los niveles preindustriales (1850-1900), este año se suma a una década (2015-2024) que ha sido también la más calurosa jamás registrada.
Pero, además, el pasado mes de enero ha sido, según un reciente informe del Servicio europeo de Cambio Climático Copernicus el mes más caluroso de la historia, con una temperatura media global de 13,23°C. Este registro supera en 0,79°C el promedio del período 1991-2020, consolidando una preocupante tendencia de aumento de temperaturas.
Según estimaciones de Global Carbon Budget, las emisiones totales de gases de efecto invernadero en 2024 habrían aumentado en un 2%, respecto al año anterior. Es difícil mantener una actitud positiva en este contexto, pero es clave recordar que nunca es demasiado tarde para actuar. Cada 0,1 °C de calentamiento evitado asegura un futuro un poco mejor para todos.
Los crecientes impactos de los fenómenos meteorológicos extremos, con todas las víctimas humanas y destrucciones, son tan solo un síntoma del entorno cada vez más hostil hacia el que avanzamos como consecuencia de la crisis climática. Actuar para mitigar los efectos más devastadores del cambio climático no solo implica desplegar más renovables, sino también preparar a nuestras comunidades para poder resistir, adaptarse y recuperarse de dichos impactos.
Los incendios en Los Ángeles de hace unas semanas, considerados ya los más costosos de la historia de EEUU., presentan una nueva realidad en la que el cambio climático exacerba las condiciones perfectas para estos terribles sucesos.
El impacto económico de episodios como este es devastador, con un coste que en 2024 alcanzó los 140.000 millones a nivel global sólo en daños asegurados, muy por encima de la media de 94.000 millones anuales de la década anterior.
Por su parte, la DANA que asoló Valencia y acabó con la vida de 231 personas se ha colado en la lista de las diez catástrofes climáticas más costosas de 2024, con un coste estimado de 4.220 millones en daños asegurados.
De hecho, España es uno de los países más vulnerables al cambio climático, según Greenpeace, debido al mayor aumento de las temperaturas frente a la media global. Por cada grado que aumente la temperatura media global, en España el aumento será de 1,5°C.
Las cosas no van bien ni muchos menos en la lucha contra el cambio climático, pero, además, el triunfo de Trump ha dado alas al negacionismo. Pero el destino no está escrito si la comunidad internacional reacciona con firmeza defendiendo las políticas climáticas, en un momento en que los eventos meteorológicos extremos se desatan.
El abandono por parte de EEUU con el presidente Trump de la lucha contra el cambio climático puede estar detrás de muchos de esos retrasos, pero sería una muy mala noticia que los gobiernos sucumbiesen en este momento. Los datos actuales recogidos en el Convenio de Cambio Climático apuntan a que, con los compromisos actuales, las emisiones llevarían a un aumento de más de 3º C las temperaturas medias. Estaríamos en una situación catastrófica según los informes científicos.
Pero no podemos estar de brazos caídos y hay que reaccionar, ya que la política que representa Trump y la ultraderecha está teniendo ya consecuencias y si no se actúa los efectos serán devastadores. Las políticas climáticas están teniendo un cierto freno a nivel mundial, que choca de alguna forma con la preocupación que el cambio climático genera en la opinión pública a nivel de muchos países y de la propia Euskadi, tal y como las encuestas demuestran una y otra vez. Solo una reacción global ciudadana contra ese negacionismo que representan Trump y sus seguidores puede corregir la actual deriva de abandono y destrucción de la acción climática.
Es muy grave que la mayoría de los países del mundo no hayan hecho sus deberes y no se tomen en serio la situación de gravedad que implica la intensificación del cambio climático. El nuevo escenario con la presidencia de Trump hace más urgente la necesidad de actuar y un mayor liderazgo de la Unión Europea.
En lo que respecta a Euskadi, en febrero de 2024 fue aprobada por el Parlamento Vasco la Ley de Transición Energética y Cambio Climático. Si bien la ley podía haber sido más ambiciosa, ahora de lo que se trata es de su desarrollo e implementación. El pasado diciembre conocimos que el consejero de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad, Mikel Jauregi, firmó una orden que ha dado paso a la tramitación de la nueva Oficina de Transición Energética y Cambio Climático de Euskadi, que será el organismo que hará “seguimiento y divulgación de los objetivos marcados por la ley autonómica de 2024, entre ellos la neutralidad para 2050”, aunque en materia de gobernanza también está la creación de un espacio de encuentro y deliberación de agentes diversos, la asamblea ciudadana del clima y un Comité Científico.
Hay más aspectos por desarrollar de la citada ley, y, sin duda el tiempo apremia. Los próximos años van a ser decisivos en la lucha contra el cambio climático.
Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio nacional de Medio Ambiente