Por Iñigo Xabier Urretabizkaia Díez- Ayudante de Realización (Cuarzo Producciones)
Las películas no son seres vivos, pero no por ello dejan de tener una vida. Y no me refiero a la vida emocional; aquella en la que un film nace como la idea en la cabeza de un guionista y que termina en las lágrimas, de tristeza o alegría, del espectador en la sala de cine; me refiero a la vida comercial de las mismas, porque las películas y las series (que pueden entenderse como largas películas) son arte, pero sobre todo un activo económico, porque no olvidemos que el cine no deja de ser una industria, por mucho que lo llamemos el “séptimo arte”.
Antiguamente las películas se producían y se distribuían en salas de cine, que era el único lugar donde se podían ver. Y listo, ese era su único recorrido. Pero con la llegada de la televisión, se extendió el “ciclo de vida” de los filmes, ya que se proyectaban en abierto o se podía comprar una copia en VHS o DVD si se disponía de reproductor en casa. Ahora, las copias en físico han sido sustituidas por las digitales; o dicho de otra manera, el streaming se ha comido al soporte físico; entre 2008 y 2019 las ventas de DVDs cayeron un 86% mientras que las plataformas de streaming multiplicaban más que por diez sus ingresos, según CNBC.
Por supuesto, los festivales siempre han estado ahí como otra de las etapas en la vida de las películas, sobre todo para ese cine independiente que no cuenta con el presupuesto multimillonario de los taquillazos (o que pretenden serlo). Así, la vida de una película ha pasado a lo largo de la breve pero intensa historia del cine de unas pocas semanas a meses e incluso años de duración.
Un ejemplo de ello es la indiscutible ganadora de la 37ª edición de los Premios Goya, As bestas, que se alzó con 9 galardones de las 18 nominaciones que obtuvo. El film dirigido por Rodrigo Sorogoyen, convertido ya en un habitual del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, fue proyectado en Donostia dentro de la sección Perlak tras haber sido estrenado en el Festival de Cannes el pasado mes de mayo de 2022.
Después de ambos festivales, la película se estrena en salas el 11 de noviembre y tres meses más tarde sigue estando en cartelera estos días. Posteriormente, será distribuida en Movistar Plus en los próximos meses, algo que alargará su vida “pública” hasta un año, después del Festival de Cannes. Si a eso le añadimos el proceso previo al de distribución comercial, con las distintas fases de producción de la película, la vida sería mucho más larga. Y este es un fenómeno que se repite mucho. Claro está que existe una correlación casi perfecta entre la duración de la vida comercial de una película y calidad, o, mejor dicho, de su éxito entre el público, que es, al fin y al cabo, a quién se debe la industria del cine.
Modelo 77; Cinco lobitos; Cerdita; Argentina 1985; Un año, una noche; Sintiéndolo mucho y La consagración de la primavera son las otras siete películas que, tras pasar por el Zinemaldia, han vuelto al foco mediático tras los galardones entregados en Sevilla el pasado 11 de febrero. Y es que podríamos considerar los premios cinematográficos como otra manera de estirar la vida de un largometraje, ya que a pesar de que hayan podido pasar meses desde su estreno en salas, un film que recibe un premio vuelve a estar en boca de todos durante un tiempo.
Hemos tenido, además, desde finales del año pasado, otro gran ejemplo de cómo de longeva puede ser una película: me refiero a Avatar (2012) y a su secuela Avatar: The Way of Water (2022), que muestran como las películas de éxito duran cada vez más “en cartelera”, primero en el cine y luego en casa. En el caso de esta última y en algún otro, como Titanic (1996) y otras películas relativamente “viejas”, siempre cabe la posibilidad de hacer reestrenos; pero para ello la popularidad del film ha de ser suficientemente fuerte como para atraer a los espectadores (que en algunos casos ya están en una etapa vital distinta respecto a cuando vieron la película en cuestión por primera vez).
En conclusión, es una gran noticia para los amantes del cine, a ambos lados de la pantalla: creadores y espectadores, que la vida de las películas, al igual que la de los propios humanos que las ven y las hacen, tenga cada vez una vida más larga.