Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

OBITUARIO: JUAN MANUEL EGUIAGARAY (Bilbao, 1945-2025)

Por Mariano Guindal.

La muerte de Juanma Eguiagaray me ha rasgado el alma. No por esperada ha sido menos dolorosa. Siempre fue un amigo fiel, un político honesto y una bellísima persona. Un ministro de los de antes, de los de Felipe González. Un hombre que supo enfrentarse con el horror terrorista de ETA en los años de plomo y siempre lo hizo con la palabra. Estaba convencido de que al final se impondría la democracia sobre las armas y así fue.

Un auténtico vasco, que estudió económicas en Deusto y que se afilió al partido socialista de Euskadi en 1977 por ética, para mejorar las cosas. Y las mejoró. Primero como delegado del gobierno en el País Vasco, como diputado socialista, como ministro de Administraciones Públicas y luego de Industria y Energía. Puestos para los que se necesitaba un hombre dialogante, para resolver el problema de las autonomías, de la administración pública y de la industria, para lo que se necesitaba entenderse con empresarios y sindicatos.

Como periodista seguí sus pasos y me cautivó su concepción de Estado. Escribí, informé y le critiqué, pero siempre supe que estaba trabajando por el bien común tanto en sus aciertos como en sus errores. Nunca le escuché ni insultar ni descalificar a la oposición conservadora, muy al contrario buscaba el pacto, el entendimiento. Como hicieron la mayor parte de los ministros de Felipe González. Eran otros tiempos.

Cuando dejó la política activa, aunque siempre ha sido un socialista de corazón, comenzamos a ser amigos. Era el momento de hablar de política, de economía, de España, de Euskadi, de Cataluña. Y me fascinaron sus aventuras cuando decidió formar parte de la expedición que dio la vuelta al mundo emulando a Juan Sebastián Elcano (mi paisano, solía decir). Navegante de vocación, pasaba todo el tiempo posible en el Mar Menor en su chalupa disfrutando del mar.

Nos reuníamos en su casa, con su querida compañera Marisa y su hijo Ander, en torno a una barbacoa con viejos ministros socialistas para hablar de tiempos pasados y del devenir de los nuevos. Éramos vecinos y de vez en cuando le veía como si fuera un Induráin cualquiera, me admiraba de dónde sacaba tanta energía, tanta vida. Hasta que un día me contó que el cangrejo rojo del cáncer se le había metido en la cabeza. Hasta en eso la vida nos juntó. Era un luchador, que la tierra le sea leve.

Mariano Guindal, periodista