Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

«Por qué»                                      

 Por Cristina Maruri

Recién inauguraba un verano que resultaba prometedor, ya que lo hacía en la capital noruega, deambulando por unas calles llenitas de gentío, flores y música. La que emergía de cada restaurante o bistró; la que por doquier se escuchaba proveniente del Oslo Pride 2022.

Banderolas de arcoíris en farolas y colas para acceder a un recinto, en el que todo era algarabía. Una celebración plural y libre que contagiaba; porque la felicidad, cuando es con respeto y sin restricciones; siempre lo hace.

Pocas horas duró aquel manto de mundo perfecto que nos cubría. Porque no había amanecido, cuando la intransigencia más enfermiza y demoniaca se convirtió en asesinato, segando dos vidas y dejando a quienes creemos en la igualdad, justicia y libertad; nuevamente huérfanos de esperanza.

Me fue imposible probar bocado de los apetitosos dulces, recién horneados y de extraordinario aroma, que repartía por todas partes el comedor; porque tan solo pude acercarme a aquel cristal que reflejaba el espanto.

Una esquina que lucía con flores, no de las que se regalan sino de las que se riegan con lágrimas. Y cintas, que no adornan cabellos, sino que aterradoras presagian la violencia en una muerte. Vacía de almas estaba una calle, que se llenaba con policía y tanquetas.

Ni un solo perro hallé, ni una paloma. Tampoco sonaba la música, imperando el llanto y un plañir que se liberó e incrementó, hasta convertirse en gritos, en multitud; en manifestación.

Todos los colores quedaron desteñidos y los corazones encogidos. Se clausuraron casetas, se mustiaron macetas y los banderines ya no quisieron danzar con el soplar del viento. Todo era padecimiento.

Concluyeron vacaciones, fiesta y risas; cerrojazo a las almas más limpias, por el resurgir de amargura y resentimiento, abrazados con fuerza a la infinita desolación.

Y no hubo descanso ni durante el día ni a la noche, porque todo se cuajó de carteles; se empapeló la ciudad como si fuera una tétrica habitación. “Por qué”; en cada uno de ellos se leía.

Un año después, nadie ha encontrado la respuesta.