Por Manuel Montobbio vía manuelmontobbio.net
Se ha alumbrado Europa en las cumbres físicamente, y lo ha hecho metafóricamente. Cumbre, vértice de la pirámide kelseniana del Derecho y del Estado que, más allá y por encima de las respectivas constituciones, constituyen los tratados fundacionales del Consejo de Europa y de la UE y la CEDH. Cumbre de la Comunidad de Derecho en que vivimos, pues tal es en definitiva la Europa que hemos construido y construimos. Cumbres, también, las reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno de los estados miembros: ocasiones para interpretar, redefinir y definir el contrato social, mirar el horizonte hacia delante y definir la hoja de ruta a navegar, la visión a realizar. Puntos de inflexión, de referencia, en el caminar y la construcción de la actoría internacional de una organización internacional, determinantes de su andadura por su potencialidad de conformar un punto de equilibrio superior, su capacidad de afrontar nuevas corrientes, metas y retos en el mar cambiante. Excepcionales y extraordinarias han sido las cumbres en el camino del Consejo de Europa, convocadas sólo ante parteaguas extraordinarios en el devenir de la Historia y de Europa, como la celebrada en Rejkiavik los pasados 16 y 17 de Mayo, en la que se ha adoptado la Declaración de Rejkiavik y los Principios de la Democracia de Rejkiavik, a la que dedico el artículo que bajo el título de Rejkiavik y el futuro de los derechos humanos ha publicado esglobal, que podéis leer directamente en su web clicando el link o en pdf al final de esta entrada, y que como carta en la botella lanzo al mar de esta web y os comparto a continuación, con la esperanza de que Rejkiavik sea además de fin y cumbre principio de realización y fuente de inspiración en sus principios, como también podría titularse esta aproximación.
Principios de Rejkiavik
Rejkiavik y el futuro de los derechos humanos
Nos habla Jean Monnet en sus Memorias de aquella larga excursión por los Alpes, de cima en cima, en la que en la distancia y paz de la cumbre contempla Europa y el mundo, y alumbra y madura las ideas que semanas después quedarán para siempre en el texto de la Declaración Schuman, como si esa mirada en la distancia, desde la cumbre, le hubiera aportado la luz alumbradora de Europa, iluminadora de las Luces que la ilustran y alientan. Tiene la construcción europea junto a éste otros momentos y textos fundacionales, como el discurso de Churchill en Zurich en 1946, el Congreso de La Haya en 1948, o la firma del Estatuto de Londres que alumbra al Consejo de Europa en 1949 o de la Convención Europea de Derechos Humanos en Roma en 1950, fundamentos de ese proyecto compartido de derechos humanos, Estado de Derecho y democracia que encarna el Consejo de Europa, cimientos del edificio de la construcción europea sin el que la Unión Europea no hubiera sido ni sería posible la Unión Europea, sin olvidar que tampoco lo hubiera sido ni sería sin el desarrollo y la cooperación económica en Europa que hizo posible el Plan Marshall y la Organización Europea para la Cooperación Económica fundada en 1948 y transformada en la OCDE en 1961.
Se ha alumbrado Europa en las cumbres físicamente, y lo ha hecho metafóricamente. Cumbre, vértice de la pirámide kelseniana del Derecho y del Estado que, más allá y por encima de las respectivas constituciones, constituyen los tratados fundacionales del Consejo de Europa y de la UE y la CEDH. Cumbre de la Comunidad de Derecho en que vivimos, pues tal es en definitiva la Europa que hemos construido y construimos. Cumbres, también, las reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno de los estados miembros: ocasiones para interpretar, redefinir y definir el contrato social, mirar el horizonte hacia delante y definir la hoja de ruta a navegar, la visión a realizar. Puntos de inflexión, de referencia, en el caminar y la construcción de la actoría internacional de una organización internacional, determinantes de su andadura por su potencialidad de conformar un punto de equilibrio superior, su capacidad de afrontar nuevas corrientes, metas y retos en el mar cambiante.
Al volver la vista atrás al camino recorrido por el Consejo de Europa desde aquel 5 de Mayo de 1949, contemplamos el largo camino de la Convención Europea de Derechos Humanos hasta su madurez actual, marcado por el crecimiento en el contenido, ámbito y garantías de los derechos, objeto de los protocolos adicionales; el alumbramiento y aplicación de los derechos sociales emanados de la Carta Social Europea, los parámetros constitucionales definidos por la Comisión de Venecia, y los derechos y estándares en todos los ámbitos establecidos y monitoreados por los restantes doscientos veintitrés convenios del Consejo de Europa; la extensión multiplicativa del ámbito geográfico de aplicación y los millones de ciudadanos destinatarios con la progresiva ampliación de los estados miembros de los diez iniciales a los cuarentaiséis actuales, haciendo de Europa un espacio compartido de derechos humanos, Estado de Derecho y democracia por la común pertenencia al Consejo de Europa, y como consecuencia y condición la suscripción de la Convención y el sometimiento al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Hemos escrito un gran diccionario compartido sobre lo que en Europa significan los derechos humanos, el Estado de Derecho y la democracia, a través de miles de páginas de hard law y soft law, de convenios, sentencias del TEDH, directrices, opiniones e informes de la Comisión de Venecia, el Comité Europeo de Derechos Sociales, la Comisión de Prevención de la Tortura, GRECO y tantos otros mecanismos creados por los convenios del Consejo de Europa. Y con las lianas de esos miles de páginas, como los liliputienses a Gulliver hemos atado al Leviatán.
Excepcionales y extraordinarias han sido las cumbres en el camino del Consejo de Europa, convocadas sólo ante parteaguas extraordinarios en el devenir de la Historia y de Europa, como la caída del muro de Berlín que llevó a la ampliación hacia el Este (1993 y 1997) o la última de las tres que hasta ahora han tenido lugar, celebrada en 2005 en Varsovia tras la gran ampliación de la UE en 2004. Excepcionales y extraordinarios son los tiempos y los vientos por los que navega la Historia y la construcción europea desde el inicio de la agresión a Ucrania por la Federación Rusa, que llevó a la rápida reacción del Comité de Ministros decidiendo inmediatamente la suspensión y, tras recabar la opinión de la Asamblea Parlamentaria, el 16 de Marzo de 2022 el cese de la Federación Rusa como Estado miembro por grave incumplimiento de los principios de derechos humanos, Estado de Derecho y democracia establecidos en el artículo 3 del Estatuto de Londres. Tiempo de reacción, de reafirmación del compromiso con los principios compartidos, de mirar hacia el horizonte y definir impulso y hoja de ruta, que llevó, en la reunión ministerial anual del Comité de Ministros el 20 de Mayo de 2022 en Turín, a decidir la celebración y emprender el camino de ascenso a la Cuarta Cumbre del Consejo de Europa, celebrada en Rejkiavik los pasados 16 y 17 de Mayo, en la que se ha adoptado la Declaración de Rejkiavik y sus cinco anejos – sobre el apoyo al Acuerdo Parcial para el Registro de Daños por la agresión a Ucrania, la situación de los niños de Ucrania, los Principios de Rejkiavik para la Democracia, el fortalecimiento del sistema de la CEDH, y el CdE y el medioambiente. Nos declaramos a través de nuestros Jefes de Estado y de Gobierno unidos por Ucrania y por la accountability, con la creación del Registro de Daños – cuya firma fundacional ha tenido lugar en Rejkiavik – como Acuerdo Parcial del CdE y la atención a los menores desplazados por el conflicto; unidos en torno a nuestros valores, afirmando en estos tiempos de retroceso o erosión democrática los Principios de Rejkiavik para la democracia cuyo cumplimiento efectivo promovería su reversión y avance; unidos para afrontar los retos compartidos de nuestro futuro compartido, como el cambio climático y la sostenibilidad medioambiental o la inteligencia artificial; unidos en nuestra visión del Consejo de Europa, hacia dentro y hacia fuera, en la que resulta fundamental tanto la adhesión de la UE a la CDEH, con el salto cualitativo del sistema de la CEDH y de la relación entre la UE y el CdE en la articulación del espacio europeo compartido, como la proyección exterior del CdE y su contribución al orden internacional y la gobernanza global, asumiendo como objeto de la construcción europea en torno a los derechos humanos, el Estado de Derecho y la democracia su dimensión exterior, tanto hacia la vecindad geográfica como hacia la proximidad política, ámbito en el que España ha ejercido especial liderazgo, contribuyendo decisivamente a su asunción y conformación.
Vienen tras la Cumbre los valles, y se nos plantea que se sitúen éstos a una altura, un punto de equilibrio superior al que caminábamos antes de ascenderla, que al tiempo que fin sea principio de un camino, y que sea éste de realización de la visión y los compromisos afirmados, los Principios de Rejkiavik para la Democracia proclamados. Nos dijo Newton que caminamos sobre hombros de gigantes, pues nuestro saber, nuestro mirar se asienta sobre la atalaya del saber acumulado y transmitido por quienes nos han precedido, y nos dice también Monnet en sus Memorias que las personas pasan, pasamos, pero las instituciones permanecen y acumulan al saber, la dedicación y el alma que hemos dejado en ellas, para que desde ellas podamos ir más allá. Hemos ascendido hasta Rejkiavik gracias a la altura de la esperanza de quienes alumbraron el Consejo de Europa y el TEDH: al mirar desde la Cumbre hacia delante se nos plantea el reto de que los compromisos afirmados, los principios declarados alienten la esperanza, las esperanzas, que queremos iluminar, realizar en la Historia, con las que queremos contribuir a la construcción de la Europa.