Por Arantzazu Ametzaga Iribarren, bibliotecaria y escritora
El pueblo vasco no se resignó a perder su guerra y con ella sus derechos en 1937, y como lo hizo en el siglo anterior, tras las guerras carlistas, emprendió en parte, camino de exilio. Muchos se trasladaron a América donde imperaba la libertad saboteada en Europa por los fascismos militares, con ánimo dispuesto a reconstruir sus vidas -sus bienes fuerom confiscados-, manteniendo firme determinación de ser pregoneros de una Euskadi libre y en paz. Los que se quedaron, sin poder pronunciarse, mantuvieron interiormente el mismo ideal de grandeza, formándose entre unos y otros una alianza de resistencia que tuvo hitos admirables: la manutención del Gobierno Vasco en País por cuarenta años, sus acciones en favor del pueblo vasco en esa nueva Europa, el cuidado de los presos; la creación, en el caso de Venezuela, o pujanza de Cetros Vascos habidos en Argentina, Chile, Cuba, Mexico, Uruguay… de admirable administración donde a mas de favorecer sociabilización, se fomentaba el mantenimiento de frontones, se impartían charlas políticas y clases de dantzas, euskera, albergando bibliotecas, impulsando servicios sociales como Socorros Mutuos y Bolsas de trabajo, con mantenimiento de cementerios; Editorial Ekin, Buenos Aires, publicando los libros quemados en Euskadi, o sea, restableciendo memoria. Me toco muy de cerca y me lo recrea el bueno y oportuno y documentado libro, recién publicado, de Koldo Anasagati: Clandestina. Radio Euzkadi, un irrintzi desde Venezuela.
La historia la escribimos amasando hechos reales desde nuestra entendimiento y es más fácil juzgar sucesos ajenos que aquellos de los que, en cierta manera, fuimos protagonistas. Al leer este ultimo trabajo sobre Radio Euzkadi -escribí hace años una historia a la memoria de Pello Irujo-, se me revuelven en el corazón sentimientos agridulces porque fue experiencia vivida en el albor de mi juventud, por el empeño de mi esposo, Pello Irujo, en aquella tarea que tuvo ribetes de heroísmo vasco, es decir, fue disciplinada y paciente, con mucho de reservado silencio.
Lo advertí en su inicio cuando aquellos jóvenes, algunos no tanto, reunidos en la Mesa Cuadrada de La Candelaria, barrio de la Caracas desbordante de los 60, detallaban planes a ejecutar, entre los que se encontraba, ni más ni menos, que la instalación de una radio clandestina en Venezuela. El gobierno de Francia en 1954, cerró nuestra segunda Radio Euzkadi, y los dirigentes de París, los el Lehendakaris Agirre y Leizoala y Joseba Rezola, apremiaban una acción. Algo tenemos que hacer para que se nos oiga, razonaba el animoso grupo de voluntarios que planificaba tan audaces propuestas.
Jokin Intza, exiliado reciente de Euskadi, fue elegido jefe del grupo porque le respetaban. Nadie bajaba la cabeza pero permanecían sujetos sujetos a una obediencia que iba a exigir sacrificio no solo de sus horas libres -cada quien trabajaba en empresas ajeas al quehacer de Radio Euzkadi-, sino además donación de parte de sus sueldos. Un proyecto como Radio Euzkadi necesitaba esfuerzo y capital para su andadura y silencio para preservar su clandestinidad.
Radio Euzkadi emitió, tras algunos avances, su primera emisión un 15 de septiembre de 1965, en esa década en que Venezuela, tras dictaduras militares, estrenaba democracia, es decir, apertura de prensa, denuncia de realidades concretas y exhibición verbal de diálogo y pacto entre facciones ideológicas opuestas. En el Centro Vasco fundado por los exiliados de 1940, se encontraba gente que despertó a intereses, movilizó actitudes, unificó ambiciones y, sobre todo, empujó disposiciones para embarcarse en aventura para la que era necesaria contratar personal, obtener terreno en la selva venezolana, fijar punto de reunión en Caracas para facturar la grabación y muchas cosas más. Se encontró, tras innumerables pesquisas, por los lados de Santa Lucia, a 60 Kms. de Caracas, un terreno para instalar las 2 inmensas torres de emisión, Pedo y Pablo, comparadas en subasta a la petrolera Shell. La Virginia era hacienda de un ciudadano venezolano, afecto al asunto vasco. Fue tierra de cultivo y poseía una preciosa laguna. Recuerdo su aire húmedo, aún cargado del aroma de la caña de azúcar que allí fecundó, sus tormentas y torrenteras, su calor… es como siregresara a mi primero por el olor, luego por el formidable trabajo de grupo que soportó.
La misión era denunciar a una Europa que empezaba a forjarse en comunidad, aunque fuera de estados y no de pueblos, tras la hecatombe de la guerra mundial y en el inicio de la guerra fría, la situación de un estado comandado por Franco y sus militares, denunciar sus crímenes de guerra y los que seguían produciéndose, hablar de los encarcelados, del estrechamiento a la garganta de un pueblo que siendo el mas viejo de Europa, quería seguir manteniendo no solo su dignidad sino su libertad. Renegábamos de de hogueras inquisitoriales. Queríamos verbo y conjunción.
Descabellado parecía levantar semejante empresa de emisión radiofónica en la espesura venezolana, mantener en Caracas un apartamento para establecer un centro de grabación al que se acudía para formalizar y redactar cada programa, combinar los diversos locutores, dirigir un contacto continuo entre ambas localidades para transportar las cintas de grabación o Talos que aprovechados al máximo, iban y venían con asombrosa puntualidad y, a más, mantener absoluto secreto de semejante operación que implicaba a miembros del Centro Vasco que en ese momento contaba con una 600 familias. El gobierno de Venezuela concedió a los vascos su confianza, pero se temía, ahí la importancia del secreto, cualquier filtración que diera pie a una queja diplomática de la activa, en ese sentido, Embajada de España.
Se necesitaban operarios de grabación, redactores conformes al castellano hispánico así como locutores que despistaran del sitio de localización, narración diaria de los programas con noticias fiables y frescas, nunca cometer un gazapo, y culminar todo ese trabajo de coordinación con la inventiva de una leyenda: Radio Euzkadi se transportaba en una txalupa que daba vueltas por el océano Indico.
En La Virginia hacia falta un guardián y lo fue Isaka Atutxa, quien debió aprender a manejar la soledad de sus días y noches y operar con los mandos de las torres para emitir los programas. Todos sabían un poco de todo según iba avanzando Radio Euzkadi. Hubo excepcionales profesionales del periodismo como Albeto Elosegi, Iñaki Anasagasti, ingenieros superiores como J.J. Azurza, el que hablaba siete lenguas, diestros diplomáticos como Xabier Leizaola, que convencía a los políticos venezolanos, empresarios como Pello Irujo que estuvo en la inventiva de como conseguir medios financieros, integrantes del núcleo primordial, aunque para 1967 contaba ya con 26 colaboradores activos y directos. Llegaron al centenar.
El secreto y el trabajo se guardaron más de 4 mil días… en los que se grabó y difundieron las noticias y las consignas para promover huelgas y motivar Aberri Egunas, cumpliéndose rigurosamente los horarios previstos de emisión. Semejante empresa se mantuvo con entradas económicas proporcionadas, entre otras cosas, por el juego de quinielas, venta de medallas de oro cochano con efigies de Sabino Arana, Lehendakari Agirre y el escudo de Euskadi que las mujeres del Centro exhibían en collares o pulsares, sabiendo que en algo favorecía su compra a la acción vasca, pero ignorando el secreto de Radio Euzkadi. Se recurrió además a la aportación de gente adinerada que sin saber a donde iba su dinero, se fiaba de la causa como para no indagar.
El entusiasmado de que el proyecto avanzara, aunque hubo momentos cercanos al fracaso, impidió al grupo descansar, así que a más, se dedicaron a la publicación de boletines y libros que se introducían al país interior de los vascos con el afán de mantener fresca la memoria histórica torpedeada por el franquismo. La factura de películas como Los Hijos de Gernika. que definía a aquella generación de vascos venezolanos, abrió las puertas a otras aventura editoriales. El boletín Gudari cruzando 8mil Kms. atlánticos entraba al país por medios clandestinos, trajinando la frontera en hombros de avezados contrabandistas, mientras la Radio expandía sus ondas por los aires de una Euskadi empeñada en renacer de sus cenizas, una vez más. Hemen Eukadi Irratia… la voz de la resistencia vasca.
Resulta hazaña asombrosa. Hoy lo recordamos, casi 50 años después de declarar en Iruña su cierre, en la primera asamblea publica de PNV/EAJ, 1977, tras el simbólico aterrizaje en Noain de quien fue uno de sus factores esenciales, en voz y pluma, Manuel Irujo, que semejante obra se realizara entre los vascos unos sometidos a la inclemencia de la dictadura, otros desfilando exilio, de jóvenes nacidos en América que asumían el ideal paterno.
Recuerdo bien aquel momento en la sala del club deportivo que alquilamos para la magna asamblea que reunía a los vascos decididos a recuperar libertad. Pello Irujo se encargó de leer el acta final de disolución de Radio Euzkadi. Las lagrimas resbalaban por sus mejillas, por las mejillas de hombres y mujeres que escuchaban como se cerraba el telón de viento y acero de una empres que habia ocupado sus vidas, pero sabedores que los tiempos demandaban otros quehaceres, y a eso estaban dispuestos tanto en Euskadi entera, y aun mas allá. Daba final la tarea realizada con éxito, desde el esfuerzo y la contundencia, pero señalaba el trabajo por venir. El de la libertad ejercida desde la prensa y la política como pilar básico de los Derechos Humanos. Irrintzi milenario.