Por Thibaut Bruttin / Alfonso Bauluz
Mientras Europa compra tanques y misiles por varios cientos de miles de millones de euros, China y Rusia se dedican a crear legiones de troles digitales, a reclutar falsos periodistas y a promover la difusión de sus medios internacionales
En un contexto de agitación geopolítica, la Unión Europea (UE) y sus Estados miembros han convertido el rearme militar del continente en una prioridad. Mientras, sus principales adversarios, invierten en otro campo de batalla. Manipulación de los hechos, propaganda estatal en los medios, campañas de desinformación en las redes sociales… todo vale para minar las sociedades democráticas desde dentro. Ante este escenario, las respuestas de la UE se antojan demasiado tímidas. Es imperativo dar un impulso contundente para que Europa vuelva a ser un espacio en el que la información fiable y el periodismo se impongan a la mentira y la propaganda estatal.
La ofensiva informativa de los regímenes autoritarios tiene por objeto controlar el discurso público que les afecta, reprimiendo el periodismo en su territorio, pero también socavar la confianza en la idea misma de la democracia mediante operaciones de manipulación de la información. Mientras Europa compra tanques y misiles por varios cientos de miles de millones de euros, China y Rusia se dedican a crear legiones de troles digitales, a reclutar falsos periodistas y a promover la difusión de sus medios internacionales.
En la era de la guerra global de la información, los atributos de las potencias han cambiado. Ahora pasan por operaciones de manipulación digital que inundan las redes sociales con contenidos falsos o distorsionados. Utilizan la capacidad de los medios internacionales estatales, dotados de importantes recursos, para proyectar en todo el mundo la visión de su gobierno tutelar. Por último, se acompañan de una represión transnacional muy violenta contra los periodistas en el exilio.
Una reacción aún tímida
Desde marzo de 2022, las sanciones adoptadas por el Consejo de la UE contra Rusia implican la prohibición de la difusión en el espacio informativo europeo de determinados medios estatales, como Russia Today y Sputnik, y se aplican a una serie de empresas y personalidades. No obstante, numerosos estudios señalan la falta de aplicación de estas sanciones, especialmente en Internet, donde los contenidos de estos medios siguen siendo ampliamente accesibles para los usuarios europeos.
En un contexto de agitación geopolítica, la Unión Europea (UE) y sus Estados miembros han convertido el rearme militar del continente en una prioridad. Mientras, sus principales adversarios, invierten en otro campo de batalla. Manipulación de los hechos, propaganda estatal en los medios, campañas de desinformación en las redes sociales… todo vale para minar las sociedades democráticas desde dentro. Ante este escenario, las respuestas de la UE se antojan demasiado tímidas. Es imperativo dar un impulso contundente para que Europa vuelva a ser un espacio en el que la información fiable y el periodismo se impongan a la mentira y la propaganda estatal.
La ofensiva informativa de los regímenes autoritarios tiene por objeto controlar el discurso público que les afecta, reprimiendo el periodismo en su territorio, pero también socavar la confianza en la idea misma de la democracia mediante operaciones de manipulación de la información. Mientras Europa compra tanques y misiles por varios cientos de miles de millones de euros, China y Rusia se dedican a crear legiones de troles digitales, a reclutar falsos periodistas y a promover la difusión de sus medios internacionales.
En la era de la guerra global de la información, los atributos de las potencias han cambiado. Ahora pasan por operaciones de manipulación digital que inundan las redes sociales con contenidos falsos o distorsionados. Utilizan la capacidad de los medios internacionales estatales, dotados de importantes recursos, para proyectar en todo el mundo la visión de su gobierno tutelar. Por último, se acompañan de una represión transnacional muy violenta contra los periodistas en el exilio.
Una reacción aún tímida
Desde marzo de 2022, las sanciones adoptadas por el Consejo de la UE contra Rusia implican la prohibición de la difusión en el espacio informativo europeo de determinados medios estatales, como Russia Today y Sputnik, y se aplican a una serie de empresas y personalidades. No obstante, numerosos estudios señalan la falta de aplicación de estas sanciones, especialmente en Internet, donde los contenidos de estos medios siguen siendo ampliamente accesibles para los usuarios europeos.
Evitar la trampa de las falsas equivalencias
Para luchar mejor contra las injerencias extranjeras y la desinformación, la Comisión Europea propone ahora la creación de un «escudo democrático europeo», una oportunidad para combatir la desinformación y las injerencias maliciosas. Con una exigencia: la necesaria estrategia de comunicación europea no debe suponer caer en la tentación de la comunicación estratégica; dicho de otro modo, la magia negra de la propaganda solo puede ser expulsada por la magia blanca del periodismo.
Al evitar caer en la trampa de la falsa equivalencia que tienden los enemigos del periodismo, al no responder a la propaganda con más propaganda, al ir más allá de la verificación de los hechos, las democracias pueden ganar esta guerra informativa sin renegar de sus valores, en un momento en que Estados Unidos intenta desentenderse del mundo y abandona su histórico apoyo al periodismo.
En el ámbito de la información, al igual que en el de la defensa, Europa debe construir su propia autonomía. Para ello, puede apoyarse en el periodismo como tercero de confianza, no sólo para revelar las injerencias de tipo propagandístico, sino también, y sobre todo, para proporcionar a cada ciudadano la información fiable que necesita para orientarse en el mundo. Tres medidas concretas pueden contribuir a alcanzar esta meta.
Proteger, promover y apoyar
En primer lugar, Europa debe imponer condiciones para la apertura de su espacio informativo. Todos los medios procedentes de terceros países deberían aceptar someterse a las normas del mercado audiovisual europeo si desean acceder a él, en particular las relativas a la independencia, la honestidad y el pluralismo de la información. Se trata de una cuestión de competencia leal, pero también de soberanía. En el caso de los Estados autoritarios, convendría, además, aplicar un principio de reciprocidad: un país que no acepte la difusión de medios de comunicación europeos entre su población no debería estar autorizado a difundir los suyos en la UE.
Además, hay que imponer a las grandes plataformas digitales la obligación de priorizar las fuentes de información fiables, es decir, los medios de comunicación que trabajan siguiendo métodos acordes a la ética periodística y que cumplen criterios elevados de transparencia e independencia, como la Journalism Trust Initiative (JTI). Mientras las plataformas sigan anteponiendo su crecimiento y sus ingresos publicitarios a la integridad de los contenidos que ofrecen a sus usuarios, la industria de la desinformación seguirá prosperando.
Por último, en muchos sentidos, la guerra mundial de la información es una guerra contra quienes, a pesar de las difíciles circunstancias, se esfuerzan por informarnos. Europa es un refugio para cada vez más periodistas y medios extranjeros obligados a exiliarse por su profesión. Estos periodistas son actores clave en la lucha contra la desinformación y la injerencia extranjera, siempre que los Estados de acogida los protejan de la represión transnacional, favorezcan la reanudación de su actividad periodística y les ayuden a eludir la censura de sus países de origen para llegar a su público.
Es hora de que Europa demuestre que es plenamente consciente de la amenaza que se cierne sobre su modelo democrático, dotando al periodismo de los medios necesarios para cumplir su misión esencial: informar a los ciudadanos de forma fiable, independiente y plural.
*Thibaut Bruttin, director general de RSF, y Alfonso Bauluz, presidente de RSF España.